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A VUELTAS CON LA RELIGIÓN EN LA ESCUELA

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Estamos ya en la recta final del curso académico y me temo que cuestiones espinosas que ya vienen coleando desde hace tiempo vuelvan a salir a la palestra, si alguien no lo remedia, el curso que viene y sucesivos. Me voy a referir en este caso a la asignatura de Religión.  

Pacta sunt servanda”; esta locución latina nos recuerda que las partes deben cumplir lo que anteriormente han pactado. Es un principio básico del Derecho Civil y también del Internacional, haciendo relación de manera específica a los contratos.

Hete aquí que en estas nos hallamos, debido a los pactos firmados por España y la Santa Sede, nada menos que el 3 de enero de 1979. Creo que desde entonces ha llovido lo suficiente como para que dichos pactos hubieran sido revisados, dado que las circunstancias, concretamente de España, han cambiado mucho desde entonces hasta el día de hoy.

Tal y como acabo de insinuar, me voy a referir a uno de los aspectos de dichos pactos como es el de la oferta obligatoria y de libre elección por parte de los padres de la asignatura de Religión Católica (también de otras religiones con quien el Estado español ha firmado acuerdos) en todos los centros educativos de primaria y secundaria. No hace mucho que el Tribunal Constitucional sentenció que dicha asignatura, también la de las otras confesiones, es evaluable y puntúa a la hora de hacer media para poder acceder a una beca, entre otras cosas. Como en ocasiones anteriores, ya tenemos liada la guerra entre casi todos los partidos de la oposición, que son los que presentaron recurso y el gobierno que es quien aprobó la actual Ley de Educación. Pues, bien; sobre esto es sobre lo que quisiera hacer hincapié.

En primer lugar, manifestar mi convicción, lo hago con conocimiento de causa, pues mi profesión ha sido la de profesor de Secundaria, llegando a impartir Religión católica incluso durante algunos cursos, de que la enseñanza de las religiones confesionales ha dejado de tener cabida en la escuela en general, pero como mínimo en la pública. Más aún, si tenemos en cuenta que los currículos oficiales, revisados, en el caso de la Religión católica, por la Comisión de Enseñanza de la Conferencia Episcopal Española, tienen como fin enseñar a los alumnos que han escogido dicha asignatura los fundamentos que sustentan las creencias de dicha religión. Me temo que lo que se pretende es inculcar más bien conocimientos antes que insistir en la parte práctica y en el compromiso que es en lo que, a mi parecer, a la postre valdría la pena. No me atrevo ni estoy lo suficientemente informado como para decir que, con demasiada frecuencia, lo que se hace es preferentemente catequesis; pero mantengo mis reservas sobre el hecho que en bastantes casos muchos enseñantes acaben dando dicho paso. Claro que, debido a tratarse de una asignatura de libre elección, ello significa que los alumnos que no escojan esta materia cursarán otra que, más o menos, se denomina Educación Cívica y Social. No voy a entrar ahora en la polémica que a simple vista esto plantea, pero sí mencionarlo de pasada: se trata del hecho que los alumnos que han escogido “religión confesional” se quedan sin la enseñanza de “valores sociales y cívicos” que se supone que ayudan a una mejor convivencia entre todas y todos. 

En segundo lugar, estoy plenamente convencido, insisto que mi experiencia como docente me lo avala, de que cada vez se hace más urgente la enseñanza para todos los alumnos y alumnas, sin ningún tipo de excepción, de la enseñanza de una asignatura específica y concreta que tuviera relación con “El hecho religioso y las diferentes religiones en el mundo”. Con ello me manifiesto en contra de quienes argumentan que ya están incluidos numerosos o muchos conceptos sobre las diversas religiones de manera transversal en otras asignaturas del currículo. Y lo digo fundamentalmente por dos razones: la primera de ellas, porque soy de los que mantienen que toda persona lleva dentro de sí, explícita o implícitamente, el fenómeno religioso; la cual cosa supone la necesidad de afrontarlo para que, en este caso, el/la alumno/a, una vez adquiridos los conocimientos, opte por asumir dicho fenómeno concretizado en una religión concreta, en la indiferencia o simplemente rechazarlo asumiendo como opción personal el agnosticismo o el ateísmo. La segunda, porque el hecho de vivir hoy día en un mundo globalizado, la pluralidad de religiones es una realidad que nos toca cada vez más de cerca y nos resulta más familiar, querámoslo o no. Por tanto, no afrontar el conocimiento de estas, especialmente las que más cerca tenemos, sería un error muy grave.  

Y ya para acabar, decir solamente una cosa: creo que, como gesto de buena voluntad, por parte de la Iglesia Católica en este caso, debiera ser ella quien diera el paso y se adelantara a pedir al Gobierno español la revisión de los Acuerdos Parciales firmados el año 1979 y, a la vez, renunciar a cualquier otro tipo de privilegio del que pudiera gozar, dada su “relación especial”, según la propia Constitución, respecto a las demás confesiones religiosas con quienes el Gobierno mantiene colaboración.

 

Juan Zapatero Ballesteros

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