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COMPARTIR VIDA Y MISIÓN CON EL MAESTRO

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Poned atención: / un corazón solitario / no es un corazón (A. Machado)

22 de enero. III domingo del TO

Mt 4, 12-23

Los llamó, y ellos inmediatamente, dejando la barca y a su padre, le siguieron

En su novela El Monje, Thich Nhat Hanh dice: “El corazón de Kinh Tam se había transformado en un ilimitado corazón de bondad, compasión, alegría y ecuanimidad, con la capacidad de abarcar a todo ser viviente”. Con ello quiere decirnos el novicio vietnamita que el compartir ha de ser sin restricciones. Como hizo Jesús, “sal y luz de la Tierra”, iluminando y salando a cuantos respondiendo a su voz, dejaron su barca y le siguieron. Una luz de esperanza destinada a curar las enfermedades y dolencias del pueblo.

Las de todos los que sufren, como sufría Matteo por la muerte en accidente de coche de su esposa Nora, que le lleva a un retiro voluntario en el bosque para reflexionar sobre los acontecimientos de su vida y buscando que la fuerza regeneradora de la Naturaleza y el misterio de la existencia encerrado en las cosas más pequeñas –también ellos comparten vida- lo pueden apaciguar y sanar. Una historia de Susanna Tamaro en Para siempre. Un “¡Sí, la vida puede ser mucho más!”. Puede ser compartida como río en el mar, como le recuerda en una ocasión Matteo a Nora: “No quieres ser un afluente -decías-, quiero ser un río que desemboca directamente en el mar”.

Era la intencionalidad y el compromiso de los Padres de la Iglesia primitiva. San Benito de Nursia (480-547), iniciador de la vida monástica en Occidente y considerado patrón de Europa escribió que “Todo el que se compromete, como lo hicieron los antiguos, con la vía de la espiritualidad cristiana siente que su corazón se expande y camina en la alegría inconmensurable del Espíritu Santo, hacia Dios y hacia los otros hombres”.

Washington Irving refiere en Cuentos del Alhambra la escena en que le guiaba el escudero. “Le invitamos a que lo comiese allí mismo el panecillo que se le había ofrecido: “No señores –respondió–; el vino lo he bebido con vuestro permiso; pero el pan me lo llevo a la casa para compartirlo con mi familia”.

Según el director Mohamed Hamidi en su película La Vaca, 2016, con sus protagonistas Fatah y Jacqueline, dice que “En estos tiempos tan difíciles donde alguna gente quiere oponerse a diferentes tipos de vida, quería mostrar que los individuos, sin importar de dónde fueran, pueden vivir juntos y compartir sin importar las diferencias culturales, estatus social o religión”. Palabras de dimensión política que el profesor Hans Küng llevó al campo religioso cuando dijo que “Hasta que no haya paz entre las religiones no podrá haber paz en el mundo”.

A. Machado: “Poned atención: / un corazón solitario / no es un corazón”. Creo que el significado de este proverbio es para resaltar que la vida no es completa sin amor: sin compartir misión y vida. Lo que nos cuenta Rabidranath Tagore evidencia la riqueza derivada del compartir generosamente con el otro.

 

EL MENDIGO

Iba yo mendigando de puerta en puerta, a lo largo de la calle de la aldea. En un lugar me daban una manzana, en otro un trozo de pan, en otro una espiga de trigo… De pronto allá a lo lejos apareció un carruaje, parecido a un sueño maravilloso. Me pregunté: Quién será ese Rey de reyes?

Crecieron mis esperanzas, y pensé que los días tristes de mis esperanzas estaban a punto de terminar, esperé que se me diera la limosna sin pedirla, y que tus riquezas abundantes fueran esparcidas por el polvo del camino. El carruaje se detuvo a mi lado; Tu mirada cayó sobre mí, y Tú descendiste con una sonrisa. Presentí que mis días de mendigo habían llegado s su fin y me quedé esperando tesoros inmensos. Había llegado el momento supremo d mi vida. Pero Tú, bajando lentamente del carruaje te quedaste quieto ante mí y me extendiste la mano derecha diciéndome: “¿Qué tienes para darme?” ¡Ah, pero qué gesto verdaderamente digno de un rey fue aquél de extenderme Tu mano para pedir la limosna a un pobre!

Titubeante y confuso, extraje lentamente de mi zurrón un grano de trigo y Te lo di. Y con un gesto sencillo sonreíste y continuaste tu camino. ¡Pero cuál no sería mi sorpresa cuando, al final del día, extendí sobre la vieja mesa el contenido de mi mochila y encontré en la exigua espiga de trigo, un granito de oro… el mismo que yo te había entregado horas antes. Lloré amargamente por no haber tenido generosidad suficiente para haberte entregado todo aquello que poseía…”

 

Vicente Martínez

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