COINCIDENCIAS
José OliveroCuando pienso en la Semana Santa, días de grandes manifestaciones religiosas, me llama la atención que lo que en realidad se está mostrando procesionalmente y en los grandes discursos o pregones, son las secuencias de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret, es decir, la condena y la ejecución de un hombre con la muerte más dramática y dolorosa que se pueda imaginar.
Pero, es curioso, para nada se comenta ni se detallan en esas procesiones y pregones cuáles son las causas que provocaron ese juicio y esa condena a muerte; lo que equivale a conocer las razones que llevaron a Jesús a ese riesgo de perder su vida en una cruz: defender a las personas más vulnerables y excluidas de la población humana de Palestina; denunciar las injusticias y los abusos de los poderosos y de las instituciones religiosas de su momento histórico; destapar la corrupción de quienes manejaban, con su influencia y su poder, decisiones sociales, económicas y políticas que afectaban a los más débiles; sanar a los enfermos y recuperar su dignidad como persona, que le era negada por las normas y cultos religiosos; acoger a quienes nadie quería y compartir con esa población rechazada por los prejuicios sociales y religiosos.
En definitiva, Jesús de Nazaret era un hombre que vivía de una manera distinta a las costumbres y normas impuestas por unos dirigentes políticos, económicos y religiosos que buscaban su propio lucro personal, garantizando así, el mantenimiento de sus privilegios. Suena un poco o un mucho a nuestra actualidad en el siglo XXI, ¿verdad?
Pues bien, como digo, se silencia completamente cuales fueron esas razones humanas que llevaron a Jesús de Nazaret a su condena de muerte en la cruz. Se prefiere mostrar un dolor y un sufrimiento divinizando la imagen del crucificado, en lugar de ese dolor y ese sufrimiento humano causado por el cúmulo de injusticias y corrupciones que Jesús denunciaba, sufriendo las consecuencias por su forma de vida.
Los medios de comunicación de hoy, en sus páginas y sus imágenes, dan a conocer con todo lujo de detalles el espectáculo de la muerte en cualquier lugar del mundo. También de Palestina. Lo vemos en las noticias de todos los medios de comunicación y en los programas dedicados a la información. Lo mismo que dan a conocer las imágenes de las procesiones con la muerte de Jesús. Es llamativo descubrir cómo se manipula la información según los intereses de quienes ordenan y dirigen lo que conviene en cada momento. Y lo hemos podido constatar en fechas recientes con la gran manifestación en Madrid el 22M. Han sido tres días de concentración y manifestaciones pacíficas, sólo alteradas por esas provocaciones dirigidas por personas y entes interesados, provocando agresiones y violencia injustificadas.
Pues bien, los medios han destacado básicamente esos altercados con imágenes y noticias relacionadas con la violencia. Muy poco o nada se ha dado a conocer la lista tan grande de denuncias y reivindicaciones que mostraban los manifestantes con sus pancartas, sus voces rotas y sus discursos, que trataban de dar a conocer públicamente y en los centros de poder el terrible sufrimiento que padece la población española más vulnerable a causa de las injusticias y corrupciones de los poderosos.
Ni el entorno del poder político, ni el económico ni el institucional religioso se han hecho eco de esos gritos de dolor y sufrimiento que afecta a esa población mayoritaria en lo humano, lo social, lo económico, lo asistencial: sanidad, educación, vivienda; en la falta de trabajo, etc.
Es curioso, sucede lo mismo con las manifestaciones religiosas de la Semana Santa y con los sucesos de nuestro mundo de hoy, se publicita en los medios de comunicación lo dramático de las consecuencias de unos hechos, pero no las causas que los motivaron. El procedimiento es el mismo en cualquier época de nuestra historia humana: se silencia lo que no interesa a quienes manejan el poder en cualquiera de sus manifestaciones.
De esta manera, la vida de Jesús de Nazaret, lo que hizo en su vida terrena a favor de quienes sufrían las consecuencias de tantas injusticias y corrupciones, su juicio y su condena a muerte, se parece mucho a lo que ocurre en el siglo XXI, silenciándose las razones y las causas de las denuncias que tratan de dar a conocer la triste e injusta realidad que afecta a la población mundial más vulnerable.
José Olivero Palomeque