VINO NUEVO EN ODRES VIEJOS
Vicente MartínezNingún problema puede ser resuelto con el mismo nivel de conciencia con el que fue creado (Einstein)
17 de enero, domingo II del TO
Jn 2, 1-11
La madre dice a los que servían: Haced lo que os diga
Los dos protagonistas de la escena no son los novios. Son Jesús y su madre. María se retira por el foro con apenas un sotto voce de “haced lo que os diga”. Una invitación -se trata de una boda- a que los seguidores del Evangelio adopten una incondicional actitud de disponibilidad total hacia su hijo. La aceptó Don Miguel de Unamuno cuando en su poema El Cristo de Velázquez de él escribió:
Tu cuerpo de hombre con blancura de hostia
para los hombres es el evangelio.
Jesús asume el mando de la escena, y con la mano fuerte en el timón les recuerda que “nadie usa un trozo de tela nueva para remendar un vestido viejo; porque lo nuevo añadido tira del vestido viejo, y la rotura se hace más grande”. Quizás vio cómo lo hacían en sus casa. Como también aprendió allí lo que dijo en Marcos 2, 22: “Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres y se echan a perder odres y vino”.
En las bodas de la Sociedad con la Existencia ya no hay entrega de arras y alianzas que garanticen simbólicos valores de respeto a la vida, a los derechos de los desvalidos, a las obras de misericordia. Los invitados, vestidos de frac y pajarita, -casi siempre de negro- sobrevuelan el acto como depredadores.
Con el tiempo, los representantes romanos del Mestro, olvidaron el consejo de Marcos, y no tardaron en seguir llenando de verdades viejas los odres nuevos con que la gente nueva venía a sus iglesias. Y así, agriando las verdades, los odres y la gente, se han quedado sin clientela sus bodegas. ¿Nos hemos olvidado todos de que, como dijo Albert Einstein: “Ningún problema puede ser resuelto con el mismo nivel de conciencia con el que fue creado”?
Por eso muchos nuevos viñadores, a quién también el Señor arrendó su viña porque los antiguos la tenían baldía, escucharon su voz que les gritaba en Mateo 21, 42 con resonancias del Salmista: “la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular” de su triclinium de nuevos comensales. Invitación a la mesa, que demanda nuevos odres para el vino nuevo de una mente abierta a los nuevos tiempos.
En la Apertura del Año Santo recientemente inaugurado, El Papa Francisco expresó con estas palabras su vivo sentimiento de que todo esto se haga pronto realidad entre nosotros: “¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que ya está presente en medio de nosotros”.
Los viejos ritos de purificación tienen hoy secos los úteros que fueron vida antaño. Nadie se atreve a fecundarlos. Y Jesús, nuevo dueño de la Viña, advierte que no es sensato hacerlo. Pero más que llorar con Dios cuando alguien pena –que poco sirve o nada- mejor será escuchar lo que su madre dijo a los criados y recomienda el Papa.
EL ALHAMBRA
1. Lágrimas de Boabdil
Lloró Boabdil, el Chico,
lloró… por su perdida Granada.
Y lloró el Generalife
y las fuentes del Alhambra.
Lloran el Genil y el Darro
en sus riberas y aguas.
Cesó el sonido del oro
En la Torre Sevillana.
Lloraron también los picos
allá por Sierra Nevada.
Llora Dios cuando alguien pena
por pérdidas de Granadas.
El Mundo se desmorona
con las lágrimas del alma,
con las del que sufre hambre,
con quien ya no tiene nada.
Llora el hombre cuando nace
al salir de las entrañas:
¡con él hoy está llorando
toda la bermeja Alhambra!
(EN HIERRO Y EN PALABRAS: Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez