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VIDA DE OJOS Y MANOS ABIERTAS

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“El hombre bueno es oración ambulante, oración encarnada, oración viviente.” (Peter Lippert)

11 de octubre, domingo XXVIII del TO

Mc 10, 17-30

Jesús lo miró con cariño y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme.

No ignoro que los creyentes, al menos después de Isaías, invocan a “un Dios que se oculta”, escribió Comte-Sponville en El alma del ateísmo (Paidós 2014). Un  “Deus absconditus” que, si existiera, debería hacerse ver o sentir más. Bastaría con abrir los ojos o el alma para descubrir su presencia.

En la Olimpiada de la Existencia, yo he corrido paralelo a Dios hacia la Eternidad sin encontrarnos. En mi ciego afán por la medalla apuré el paso y le perdí de vista… ¡para siempre! Luego le busqué en todas partes. No le encontré en ninguna hasta que, olvidándome de cuanto me rodeaba, me miré dentro. Dentro de mí y dentro de todas las criaturas. En ellas le encontré, en el mí mismo y en el de los acontecimientos.

Luis Esquival lo dijo: Con los ojos abiertos te podemos buscar en todos los rostros humanos. Sabemos que te estás revelando siempre en cada sonrisa, en cada problema. Señor del misterio, vamos a sentir tu presencia en el corazón de la vida. Queremos hallarte en lo profundo de lo cotidiano”. Y entonces el misterio de Dios se desvela. Se desvela en Jesús. Los seres de la Naturaleza se autorrevelan, y el Universo nos permite el desvelamiento de la trascendentalidad.

Como granizada de truenos debió caer la invitación de Jesús sobre los crematísticos sueños del joven rico que le reconoció como “Maestro bueno”. Un reconocimiento de voluntad fallida porque las palabras eran frondosas de follaje, pero las alforjas, vacías de los hechos.  Así que “frunció el ceño y se marchó triste; pues era muy rico”, dice el Evangelio. Y eso que éste le miró con cariño.

En Jerusalén, aquel día, los camellos intentaron pasar por la estrecha Puerta de la Aguja y no pudieron. ¿Ignoraban que estar sumidos hasta el cuello en el único valor de la riqueza es uno de los más serios obstáculos para entrar en el reino de Dios? ¿Y que seguir a Jesús requiere compartir los bienes con los pobres? “Por sus frutos los reconoceréis”, dice San Mateo en 7, 16.

En la película El hombre que salvó al mundo, Stanislav Petrov es uno de esos ejemplos que muestran que lo que salva al mundo, y lo que nos salva en esta vida, es la compasión. El cura Peter Lippert (1930-1998) redentorista checo, estudió mucho y escribió más sobre la virtud de la benevolencia hacia los necesitados. Consagró un capítulo entero de su libro Bondad, la virtud de hoy y de mañana, a la descripción de tan humano valor.

El hombre bueno es oración ambulante, oración encarnada, oración viviente.”  Vida de ojos y manos abiertas para ver y dar, para paliar dolor con generosidad en todos los seres de la Naturaleza: las minas esquilmadas, la flor que se marchita, el bosque que se tala sin escrúpulos, la ballena científicamente cazada, el águila real, el oso Grizzli americano, el emigrante perseguido.

El budismo chino se hace eco del Evangelio en el personaje de Avalokitesvara, “Señor que mira hacia abajo”.  Es el bodhissattva de la compasión que intentó alcanzar a todos aquellos que necesitaban ayuda y fue dotado con mil brazos para que pudiera ayudar a las multitudes sufrientes. Así aparece representado en el monte Baoding, en los relieves en piedra de las grutas de Dazú (China). La Literatura no permanece al margen de la Bondad, como podemos admirarla en estos bellos versos del novelista parisino Georges-Olivier (1947).

 

LA BONDAD

Tú que no haces diferencias
Que no miras los cuerpos
Que no miras los sexos
Que no miras la externalidad de la gente

Tú que das sin contar
Que no buscas seducir
Que no buscas parecer
Que no buscas ser amada

Tú que admiras o ignoras
Sin pensar si lo merecen o no
Tú ofreces tu suave luz a todo lo que encuentras

Sin temor a desagradar, sin temor a molestar, sin temor a cualquier reacción
Sin ningún temor a Ser, con libertad total, tú das
Porque eres Inmortal, porque eres Eterna

Oh, Bondad Eterna, que vienes de tan lejos,
Invade todo mi ser y exprésate a través mío
Solamente te deseo como corriente de Vida
Solamente te deseo en mí para que vayas hacia los demás

Sacaré cada piedra que se oponga a tu existencia
Hasta que mi corazón sea el camino más puro
Hasta que mi alma se parezca a ti
Hasta que todo se reúna por la Eternidad

Georges-Olivier Châteaureynaud

 

Vicente Martínez

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