"Dan, el viaje aporta la felicidad, no el destino" (Film El guerrero pacífico)

14 de junio, domingo XI del TO

Mc 4, 26-34

Les dijo:
El reinado de Dios es como un hombre que sembró un campo: de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin que él sepa cómo.

Con estas dos parábolas –la semilla que germina y la semilla de mostaza- Marcos concluye su presentación de Jesús como Maestro e implica al labrador en el inicio y final de la tarea: siembra y siega. Es decir, participación humana imprescindible en los diarios quehaceres de la existencia. De ellas y otros textos bíblicos podemos deducir que cada individuo es responsable de su destino. En Deuteronomio 22, 8 se lee que "quien siembra maldad, cosecha desgracia", y el profeta Oseas (Os 8, 7) anuncia: "siembran viento y cosechan tempestades; las mieses no echan espiga ni dan grano". San Pablo lo resume en Gálatas 6, 7: "lo que uno siembra, eso cosechará".

En la parábola de la vid y los sarmientos Franz Jalics insinúa que Jesús nos conduce a una profundización esencial de nuestra vocación como cristianos, a la responsabilidad personal de que los sarmientos permanezcan unidos a la cepa y den fruto. La vid hace que los frutos crezcan si los canales están abiertos. Los sarmientos no tienen que llevar por sí solos el agua, sino que deben asegurar la unión con la fuente y dejar fluir a través de ellos la fuerza de la vid.

A Dan, el joven protagonista de la película El guerrero pacífico (EE.UU 2006), se le abren nuevos mundos de fuerza, entendimiento y fruto, que surgen del conocimiento y la conexión con su vida interior -con la sabia de la vid- como nos apuntaba Feadulta en la presentación de la misma. El encuentro con un hombre misterioso le lleva a descubrir una nueva forma de ver la vida.

Y de este modo Sócrates, que es una invención de Dan, lo que desea llegar a ser, junto con Joy -otra protagonista-, le ayudarán a adquirir la sabiduría necesaria, dejar atrás su pasado, superar los obstáculos y seguir la huella del destino que le transformará en un guerrero pacífico. Dan le confiesa al sabio griego: "Me has enseñado a escuchar mis propias intuiciones" y "Creo que estoy preparado para llevar mi vida a un plano superior y servir a los demás". El sabio le descubre en la subida a la montaña que lo importante es el camino: "Dan, el viaje aporta la felicidad, no el destino".

La voz de Jesús se hace hoy clamor de reflexión sobre las posibles desviaciones en el seguimiento de la Hoja de Ruta trazada por su Buena Nueva. La teología y la fe se pierden y pierden las ovejas –los racimos se tornan agraces y las semillas no germinan- cuando los granjeros no encarnan sus actos de solidaridad con ellos. Como replica Sócrates a Dan en la citada película, refiriéndse a su gasolinera: "No tiene otro objetivo que el de poner gasolina... y el de servir".

Este Plan de Acción orientado a objetivos estratégicos tangibles y alcanzables es un constante abrirse a un ciclo de vida nueva. Un centrarse en la diaria turbamulta de intereses que desnortan nuestra atención hasta perdernos en la paradoja de Zenón de Elea. Y así nos pasamos la vida corriendo alocadamente tras la tortuga buscando la felicidad sin alcanzarla. ¿No es más sensato volver a subir con el río hasta la fuente en pleamar serena, volver al encuentro de una nueva aurora sintiendo que la vida se renueva?

Seng-Ts'an, místico chino del siglo VI  considerado tercer patriarca zen, dejó dicho a sus discípulos:

"Interiorizad la mirada, siquiera un solo instante,
e iréis más allá del vacío de todas las cosas".

Tenía fama de ser muy devoto y enseñó la eliminación de toda dualidad, poniendo particular énfasis en la contemplación de la sabiduría.

CICLO DE VIDA NUEVA

Me veo en el espejo rostro nuevo:
renace mi figura. Es primavera
en los jardines de mi estancia
y siento que mi vida se renueva.

Vuelve el río a subir hasta su fuente.
Retorno yo, retornan mis ideas
a su niñez, vestidas de colores
en pleamar serena.

Voy al encuentro de una nueva aurora,
mientras en la estación duerme y me sueña
el otoño que dejé descansando
ayer sin mí, en la sala de espera.

(SOLILOQUIOS, Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez