Todas las religiones acaban por institucionalizarse, por aferrarse a sus costumbres y protegerse, en lugar de avanzar, de abrir cauces nuevos (...) De ahí mi paso hacia la única revolución útil, la que tiene lugar dentro de ti, en tu interior (Tiziano Terzani)

14 de diciembre, domingo III de Adviento

Jn 1, 6-8. 19-28.

-No era él la luz, sino un testigo de la luz
-Yo soy la voz del que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor

El buscador de la verdad salió y se fue a buscarla fuera, sin percatarse que el camino que a sí conduce no es de ir; es de va y vuelve. Por eso al llegar al fin, el propio camino le dice al caminante: Y ahora, regrésate a ti mismo.

Más allá no había nada. No estaba Juan Bautista como testigo de una luz perdida en el abismo. ¿Es Jesús camino que conduce al Padre? ¿O es más bien ruta que conduce a sí mismo y a mí mismo? En el barranco había un ejército de caminos en desconcierto de batalla perdida. Un sueño de enemigos.

La Iglesia ha mantenido en un perenne oscurecer los caminos de la Verdad. Y en lugar de ser antorcha que ilumina, ha sido oscuridad para el corazón y la mente de sus fieles. Pero el día empieza hoy a apuntar en el horizonte. Por ejemplo, con el Papa Francisco sentándose a comer con un grupo de obreros, o invitando a la gente a participar en una tómbola con los regalos navideños del Vaticano. En Madid, nuestro arzobispo acaba de visitar el poblado chabolista El Gallinero.

Lo demás es una espiritualidad con un quiste en herida abierta y mal cicatrizada. En cada declaración conciliar, los caminos de Jesús daban un brusco giro que los desviaba del Evangelio. El mapa cristiano iba perdiendo su forma original. Y su música, rota y destemplada. ¿Cómo reconstrui tan colosal entuerto?

Pretender salirse de los límites del mundo es perderse en el vacío. Juan evangelista nos recuerda que está en medio de nosotros y no le conocemos. El hombre sabio, en cambio, regresa siempre a casa más plenamente humano, enriquecido por cuanto aprendió en el estar fuera y cuanto hizo en ella al estar dentro.

Tiziano Terzani comenta en El fin es mi principio su experiencia de poner su estrucrura espiritual patas arriba. "¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera (...) En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros: ¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los Dioses."

Willigis Jäger dice que las reformas de las religiones han sido como cambiar los muebles dentro de un mismo piso, en cuyo caso no han servido para nada. Lo que hay que hacer es una mudanza a un nuevo edificio más acorde con los tiempos.

En una sorprendente novela El crujido de la luz, el poeta Antonio Colinas cuenta cómo a su protagonista, "le pareció como un milagro que las páginas en blanco de su cuaderno se comenzaran a llenar gracias a él, exclusivamente a él –no al contenido de las lecciones y textos-, con un mensaje que fluía de su interior. ¿De su cabeza? ¿De su corazón? Quién sabe dónde, pues suponía que se lo dictaban"

Lo que lamentablemente Jano, como la mayoría de nosotros, no llegó a descubrir –o quizás sí, pero más tarde- fue que quien se lo dictaba era él mismo. Y convendría no olvidar nunca que, como dijo Tarzani, la única revolución útil, es la que tiene lugar dentro.

¡YO, TU CAMINO ELIJO!

Soy yo quien vive y sueña
en la inquieta rotonda de la vida.
Yo soy quien gira y gira
en desconcierto
sin encontrar salida,
sin saber qué camino tomar
ni a qué destino.

Un sentirme sin mi y en Ti perdido,
abandonado al parto oscuro
de mi oscuro y agrio nacimiento.

¡Quiero llegar a ser! quiero salir
del laberinto oscuro de mi vientre.

En Ti quiero encarnarme
-Necesidad Suprema o Gran Sabiduría-

¿Acaso no dijiste "el Camino soy yo"
por boca de tu hijo?

¡Yo, Tu Camino elijo!

(SOLILOQUIOS, Edicciones Feadulta)

Vicente Martínez