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LLAMAMIENTO A LA IGLESIA DE SEVILLA

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Como cristianos que sentimos nuestra Iglesia, y por tanto corresponsables de ir al mundo testimoniando el Evangelio ¿podemos callar?

Cuando la Iglesia oficial local:

     Traiciona la vitalidad y el gozo de la Buena Noticia de Jesucristo, al empeñarse en mensajes pastorales obsoletos, abstractos y rutinarios, que ya nada aportan a la vida personal o social.

     Está instalada en un cómodo status, desde el que ignora los problemas sociales y es incapaz de denunciar proféticamente los ataques a los derechos inherentes a la dignidad humana, la corrupción y la injusticia estructural.

Sin duda es necesario y ejemplar el esfuerzo –ya desbordado- de la caridad individual que realiza, pero no debe eximirla sino más bien demandarle el ejercicio de la denuncia profética que echamos en falta.

       Hace oídos sordos a la realidad de nuestra sociedad, cada vez más lejos de un conocimiento del mensaje evangélico. No se abre al diálogo, la misericordia y la tolerancia, con personas, colectivos y comunidades, sino que se atrinchera en normas y tradiciones desfasadas olvidando que el ser humano es superior al sábado .

     Es escasamente combativa en la defensa de los derechos del inmigrante extranjero y no potencia el valor cristiano de su acogida, resultando que en más de una ocasión el emigrante: se encuentra incomprendido en sus necesidades religiosas y humanas; sin "casa" en las comunidades cristianas que debían proporcionársela.

     No valora la diversidad dentro del mismo Espíritu, teniendo actuaciones premeditadamente disuasorias de una lícita pluralidad pastoral, teológica y de autonomía organizativa en las comunidades; llegando a truncar proyectos comunitarios de años para imponer en las parroquias esquemas rígidos, lejanos a las realidades y necesidades locales.

     Ignora o banaliza las aportaciones del Concilio Vaticano II y silencia el movimiento de renovación y purificación que impulsa el Papa Francisco y su exhortación “Evangelii Gaudium”; sin aplicar las consecuencias que de todo ello se desprenden tanto para obispos, como para presbíteros y laicos.

     Emplea el autoritarismo en la administración de la diócesis negando a los fieles seglares una voz propia, e imparte su Magisterio no como servicio a un pueblo de hermanos, sino como imposición de dictados a unos súbditos díscolos.

Si sabemos que la pluralidad de servicios no debe traducirse en el dominio de unos carismas sobre otros y que el Espíritu de Jesús no siempre habla por boca de la jerarquía, como confirma la historia ¿Por qué las decisiones importantes en la Iglesia no se toman comunitariamente tras un discernimiento en donde concurran todas las opiniones?

     Una mayoría de sacerdotes se centra en una rutinaria y protocolizada administración de los sacramentos, descuidando su actividad evangelizadora, la formación de los agentes de pastoral y la creación de comunidades adultas en la fe. A ello se une que al defender celosamente como privilegio clerical un protagonismo excluyente, se empobrecen las eucaristías y en general la vitalidad de la fe en muchas parroquias.

Bastantes párrocos no les reconocen a los laicos/as el derecho a tomar ninguna decisión pastoral como bautizados adultos, aun conociendo su compromiso, su preparación y su corresponsabilidad como miembros de la Iglesia. De poco les sirve, estudiar teología o formarse mediante conferencias, y libros especializados en Moral, Sagrada Escritura, Eclesiología, etc., si se les trata de hecho como menores de edad.

No podemos callar porque aunque somos también imperfectos y pecadores, nos sentimos responsables de anunciar la esperanza al mundo y de vivir una Iglesia que testimonie como Buena Noticia, el Mensaje que Jesucristo nos encomendó.

Bien es cierto que la piedra sobre la que se fundamenta la Iglesia es la conversión, testimonio y compromiso personal de quienes la componemos, pero la coherencia entre el Mensaje teórico que transmiten sus voces autorizadas y su práctica, es indispensable para tener credibilidad y autoridad moral.

Queremos por tanto impulsar en Sevilla una Iglesia:

      que transmita la vitalidad y el gozo profundo de la Buena Noticia de Jesucristo;

      que se comprometa solidariamente con quien padece la marginación o la injusticia y denuncie proféticamente las causas estructurales concretas que originan su situación;

      que acoja con misericordia a toda persona que se acerque a ella; especialmente a los inmigrantes y marginados prestándoles voz a sus derechos.

      que considere como enriquecimiento y no como amenaza, una lícita pluralidad pastoral, teológica y de autonomía organizativa en las comunidades;

      que se implique en el movimiento de renovación y purificación de la Iglesia que actualmente lidera el Papa Francisco;

      que use el Magisterio como servicio a un pueblo de hermanos cuya opinión escuche y valore;

      y que reconozca el carisma responsable de cada creyente, para contribuir a vitalizar la fe y la práctica sacramental de su comunidad, sin admitir que ningún carisma se instale o se convierta en un privilegio excluyente.

Por ello terminamos haciendo un llamamiento a asumir -cada uno según su carisma y posición en la Iglesia-, la responsabilidad no sólo en profundizar la conversión personal, sino en revisar las estructuras eclesiales y maneras de desempeñar el servicio del Magisterio, de forma que todo el Pueblo de Dios haga presente ante el mundo en su verdadera dimensión la Buena Noticia de Jesucristo.

 

Voces cristianas de Sevilla

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