JEREMÍAS 20, 7-9
JeremíasMe has seducido, Yahveh, y me dejé seducir; me has agarrado y me has podido.
He sido la irrisión cotidiana: todos me remedaban. Pues cada vez que hablo es para clamar: «¡Atropello!», y para gritar: «¡Expolio!». La palabra de Yahveh ha sido para mí oprobio y befa cotidiana. Yo decía: «No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre».
Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía.
Para releer el comentario de José E. Galarreta, pincha aquí