EZEQUIEL 17, 22-24 / 2 CORINTIOS 5, 6-10
José Enrique GalarretaEZEQUIEL 17, 22-24
Esto dice el Señor Dios:
Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré.
En sus ramas más altas arrancaré una tierna y la plantaré en la cima de un monte elevado, la plantaré en la montaña más alta de Israel para que eche brotes y dé fruto y se haga un cedro noble.
Anidarán en él las aves de toda pluma, anidarán al abrigo de sus ramas, y todos los árboles silvestres sabrán que Yo soy el Señor,
que humilla a los árboles altos y ensalza a los árboles humildes,
que seca los árboles lozanos y hace florecer a los árboles secos.
Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré.
Conocemos de sobra a Ezequiel, el sacerdote/profeta contemporáneo, como Jeremías, de la destrucción de Jerusalén (586) y el destierro a Babilonia.
En sus escritos (redactados por sus discípulos) hay amenazas contra los pactos de los reyes de Israel con los egipcios, predicciones de la destrucción de Jerusalén y también cantos de esperanza como el que leemos.
Se trata de mantener la esperanza davídica, la restauración del reino y su éxito en el futuro. Todo ello expresado con símbolos, el viejo cedro, el renuevo plantado por el mismo Dios, su crecimiento espectacular, porque es obra del mismo Dios.
Es posible aplicar todo esto al Reino de Dios predicado por Jesús, haciendo un paralelo con la parábola de la mostaza que leeremos en el Evangelio, pero resulta un tanto forzado; la esperanza de Israel es un reino físico, político, y una exaltación del pueblo frente a otros. Poco tiene que ver con "El Reino de Dios" según Jesus.
2 CORINTIOS 5, 6-10
Siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras vivimos, estamos desterrados lejos del Señor. Caminamos sin verlo, guiados por la fe. Y es tal nuestra confianza que preferimos desterrarnos del cuerpo y vivir junto al Señor. Por lo cual, en el destierro o en la patria, nos esforzamos en agradarle. Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho en la vida.
Durante estos tres domingos del T.O. recorreremos la segunda carta a los Corintios. En realidad, los tres textos no reflejan en absoluto el tema fundamental de la carta, que es muy polémico, incluso a veces amenazador, por los disturbios que se han producido en la comunidad y (posiblemente) la oposición a Pablo que se da en algunos sectores.
Pero el texto que leemos es independiente de todo eso: una exhortación a la esperanza cristiana y a la confianza en Dios, con frases muy bellas: "desterrados lejos del Señor, caminamos sin verlo (a Dios)". Es la vida cristiana desde un punto de vista de "desterrados", es decir, lejos aún de La Patria.
José Enrique Galarreta