AL IGUAL QUE ENTONCES
Florentino UlibarriEn aquel tiempo, eran los leprosos;
hoy, son los pobres económicos,
sociales, culturales y religiosos,
a los que podemos poner otros muchos nombres
- emigrantes, desplazados,
parados de larga duración,
ancianos, enfermos crónicos,
sin techo, mendigos, invisibles -
los que se sienten marginados
y condenados al ostracismo,
para no mostrar su mísero rostro
entre quienes andamos en público
todavía erguidos y orgullosos.
Y hoy, al igual que entonces,
hay que salir a las orillas de los caminos,
a las plazas y espacios públicos
a pedir lo que muchos tienen en abundancia
y a otros muchos les falta, y gritan,
aunque sean iguales en su condición humana:
hermanos en la fe
y ciudadanos libres.
Y hoy, al igual que entonces,
aunque nos parezca desconcertante,
hay que saltarse las "dignas costumbres",
las normas y leyes,
sean religiosas o civiles,
democráticas o eclesiales,
para dar a conocer lo que sucede,
pues no tenemos intercesores.
Y hoy, al igual que entonces,
tu palabra nos manda presentarnos
ante los jefes, gobernantes y sacerdotes,
para romperles sus esquemas y visiones,
y para que nos acepten como legales.
Y mal que les pese, solo podrán "exigirnos"
el presente que Tú instituiste como señal,
y que gustosamente ofreceremos en el altar.
Y hoy, al igual que entonces,
puede ser que nos volvamos "legales",
que cumplamos lo que nos dijiste,
y que pasemos, solícitamente, un momento
por el templo y por los medios de comunicación,
pero que nos olvidemos de lo más importantes:
volver, para darte las gracias entrañablemente
y descubrir que es la fe la que nos cura y salva.
Y hoy, al igual que entonces,
sólo uno de cada diez hombres o mujeres,
y además extranjero y mal visto,
se vuelve, te alaba y te lo agradece,
reconociendo el valor de tu palabra.
Pero es él, con su gesto y talante,
el que nos descubre para siempre,
el camino del Reino, y no los otros nueve.
Y hoy, más que entonces,
es necesario, aunque nos cueste,
mostrar la indigencia, la miseria
y el abandono en que muchos viven,
reivindicar lo que nos pertenece,
gritar al viento tanta protesta contenida,
no sentirnos culpables ni pecadores
y esperar que Tú nos escuches.
Florentino Ulibarri