IMÁGENES Y REALIDADES
Miguel A. Munárriz CasajúsMt 10, 26-33
«En cuanto a vosotros… no temáis»
El texto participa de una vieja mentalidad de Israel, según la cual, las calamidades de la vida son malas (y Dios se las evita a los justos), y los sucesos afortunados son buenos (y Dios se los envía como premio a su justicia). Hoy estamos muy orgullosos de haber superado esta mentalidad, pero seguimos quedándonos a mitad de camino, porque seguimos considerando “bien” lo que nos produce satisfacción o contento, y “mal”, lo que nos provoca dolor o amargura.
La interpretación del bien y del mal que se desprende el evangelio es otra distinta. En el evangelio se identifica el bien con lo que nos ayuda a caminar hacia nuestro destino, y el mal con lo que nos mueve a vivir instalados en este mundo olvidando que esta vida es provisional. Y es que todo el Evangelio está pensado desde la trascendencia; desde la premisa de que la vida va más allá de lo que se ve; de que hay más, y más importante; y que, aquello que se ve, es solamente camino y siembra… para lo que no se ve…
Y éste es un mensaje que puede hacernos reflexionar. Reflexionar para ver hasta qué punto hemos asumido los criterios del mundo y perdido el sentido de transcendencia; hasta qué punto hemos olvidado que el acierto o desacierto de nuestras acciones no pueden estar referidos sólo a esta vida, sino a la vida entera; la de antes y la de después de la muerte; o hasta qué punto desdeñamos las referencias que hace el evangelio a la vida más allá de la muerte porque nos parecen trasnochadas y fuera de lugar en nuestro tiempo.
¿Pero cuál es nuestro destino?... No lo sabemos porque no nos lo han dicho. La imagen del “más allá”, con premios maravillosos para los justos y castigos horribles para los impíos, no se desprende de los textos evangélicos y está perdiendo vigor. Pero si algo abunda en este mundo son imágenes del más allá (todas respetables y todas gratuitas) y, superada la primera, hemos tratado de llenar el vacío echando mano de otras que hunden sus raíces en metafísicas orientales o aristotélicas.
Y esto puede ser positivo si nos ayuda a caminar hacia ese destino, pero tiene un riesgo: confundir lo que es una mera “imagen” fruto de nuestra “imaginación”, con la realidad, y empeñarnos en persuadir a los demás de que nuestra versión de lo que somos y de lo que ocurre tras la muerte es la verdadera y la suya es falsa. Decía Kant que «cualquier proposición metafísica tiene las mismas probabilidades de ser cierta que su contraria», y esto es algo que es bueno no olvidar.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí