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Libro de la biblia

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LIGEROS DE EQUIPAJE

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Cuando después de celebrar la fiesta de Pentecostés, volví a leer el evangelio desde esa perspectiva de vida nueva, de comunidad de seguidoras y seguidores de Jesús, su llamada se me hizo novedosa, y dejando atrás la carga de tantas cosas innecesarias, quise entrar en otra dinámica distinta a la que había vivido hasta ahora.

Jesús me llamaba y esta vez le entendí. ¡No me habría imaginado nunca tanta dicha, tanta libertad! En mi ingenuidad no caí en la cuenta que lo que iba a encontrar en el camino sería sobre todo oposición.

Primero, de parte de los más cercanos, que se desvivían por convencerme de que lo más importante era buscar una “seguridad económica” y un status social siguiendo lo que habían hecho todos durante generaciones. Oposición por parte de la institución que llama a la prudencia, a la tradición, y que sospecha de todo lo que pueda sonar a radical, de todo lo que es diferente. Oposición o más bien indiferencia por parte de la sociedad que juzga como absurda cualquier opción que no busque el beneficio propio.

La opinión de los demás sobre ese caminar es la primera mochila de la que me tuve que deshacer para seguir a Jesús; pesaba mucho y no servía para nada.

Después la invitación fue más allá: despréndete de todo lo que no te permita viajar ligero de equipaje. Las personas que nos hemos mudado mucho de casa sabemos que hay cantidad de cosas de las que podemos prescindir; si siempre estás en el mismo lugar ni te das cuenta de todo lo acumulado… Cuando lo tienes que transportar entonces te quedas sólo con lo necesario que cada vez va siendo menos.

A veces nos agarramos literalmente a las palabras del evangelio y su exigencia nos suena más a carga que a otra cosa; pero fui entendiendo por experiencia que no se refería a una bolsa, ni a una alforja, ni a unas sandalias… hasta los peregrinos necesitan cargar con lo mínimo para llegar a la meta. Andar ligero de equipaje es no acumular: sobre todo títulos, méritos, “medallas”, creyendo que es todo esto lo que me hace ser una persona valiosa, que la gente me quiere y me valora por lo que he logrado en mi vida. Si no lo aprendemos a la primera vuelta siempre hay una segunda en lo que casi todo se cae y nos quedamos con lo esencial.

Al caminar de esta manera me di cuenta que lo que transmitía sin darme cuenta era paz; esa paz que da el no desear más de lo que se tiene, esa paz de querer transmitir ese gran tesoro a lxs demás y que también lo puedan vivir así.

[Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed de lo que os pongan, curad a los enfermos que haya y decidles: “Está cerca de vosotros el reinado de Dios”]. Lc10: 8-9

La llamada se va haciendo concreta, entrar en la vida de los otrxs, compartir el pan, buscar la sanación para quienes se sienten débiles y también saber dejar a aquellos que abiertamente rechazan el mensaje. No nos toca juzgar la calidad de la respuesta de los demás, sólo darlo gratuitamente sin “hacerle las cuentas a nadie”.

La libertad de cada persona para aceptar la Buena Nueva o rechazarla permanece intacta. Un gran misterio el de la libertad personal…

Han pasado los años y a medida que he ido recorriendo los caminos se han ido puliendo mis intenciones, mis búsquedas, mis deseos junto con las tristezas y las alegrías.

¿De qué me siento satisfecha? ¿Por qué me siento feliz? ¿Cuáles son los éxitos? ¿Cuántos los fracasos?

A medida que vamos haciendo camino se van purificando las intenciones, los motivos de la alegría. “Los setenta regresaron muy contentos y le dijeron: –Señor, hasta los demonios se nos someten por tu nombre. –Sin embargo, no sea vuestra alegría que se os someten los espíritus; sea vuestra alegría que vuestros nombres están escritos en el cielo.” Lc 10, 17, 20

Este camino de ir “soltando” equipaje es sin duda un aprendizaje fascinante en el que lo material solo juega una pequeña parte. Dejarlo todo para seguir a Jesús no es renuncia, sino cambio de visión, conversión a lo que es el centro de la predicación de Jesús: el Reino. Y ese Reino solo se va entendiendo en la medida en que vamos caminando con Jesús y lxs hermanxs en la realidad en la que nos toca vivir.

 

Carmen Notario, SFCC

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