EL BAUTISMO
Patricia PazSiento una urgencia enorme de que el bautismo, al igual que otras muchas cuestiones de nuestra fe, sea resignificado para que tenga algún sentido para los fieles.
Es un hecho que mucha gente se aleja de la Iglesia, me pregunto si no será por esto, y además si no tendrán razón.
Ayer casualmente visitaba a un matrimonio joven que acaba de tener a su segundo hijo, una niña. La madre me comentaba de la urgencia de bautizarla antes de que los padrinos salieran de vacaciones. Mientras la tenía en brazos, durmiendo profundamente después de haberse saciado con la última mamada, me pregunté cómo podíamos creer en un Dios que nos regalara semejante maravilla, pero que atara su plenitud a un sacramento. Además, ¿qué pecado hay que borrarle a esta niña? Y, ¿de qué la tenemos que regenerar como hija de Dios?
- No hay ningún apuro, me animé a decirle. Dios ya le dio todo.
¿Acaso no somos creados con toda la plenitud? Veo en esa criatura recién nacida la presencia de Dios sin obstáculos, pura manifestación de su amor y de su majestad.
Es después de que nos olvidamos de quiénes somos, cuando perdemos la consciencia de ser "imagen y semejanza" de Dios y entonces sí, necesitamos ser bautizados con el Espíritu.
"Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios" (Jn 3,3) y también "les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos." (Mt 18,3).
El bautismo sería entonces un signo visible de nuestro deseo de renacer de lo alto, de abrirnos a la presencia del Espíritu y dejarnos transformar para entrar en el Reino. De volver a ser como esa niña, de recuperar la plenitud con la que fuimos creados.
Y a lo mejor, entonces, volver a las prácticas del tiempo de Jesús y hacer una Presentación en el Templo. Compartir con la comunidad de fe el gozo de esta nueva vida. Pedir que sea recibida en la comunidad y que la comunidad la bendiga y se comprometa a ser sacramento del amor de Dios para ella. Y se comprometa también, que para eso somos Iglesia, en el acompañamiento a las familias, sobre todo las más jóvenes, para que puedan ser lugar de encuentro con el Dios de la vida.
En fin, algunas ideas que me surgen desde el llano, desde la escucha de tantas personas que ya no bautizan a sus hijos porque así como se lo presentan no le encuentran ningún sentido.
Y también para que quienes siguen bautizando por miedo, o porque es lo 'socialmente correcto', puedan descubrir el sentido profundo de cada acto que hacemos como comunidad eclesial. Actos que tienen que estar en sintonía con nuestra vida, que tienen que decirnos algo tanto en sus gestos como en sus oraciones, que tienen que resonar en cada uno para descubrir allí, en medio de nosotros la presencia viva de Jesús.
Patricia Paz