¿POBRES?
Daniel Almagro¿Cómo es posible que una misma cosa se desprecie y sea un fin en sí mismo? Esto pasa con las personas que viven por debajo del umbral de consumo (a las que muchos llaman pobres), o sea, que no pueden acceder al mercado básico de consumo sin dificultad. Aunque ahora los "productos" de primera necesidad como la vivienda digna y la alimentación no sean algo tan básico.
Todo empieza en la niñez, con una educación supuestamente dirigida al "éxito". Un éxito que se relaciona directamente con el poder adquisitivo o cualquier tipo de poder, como dueño o directivo de una empresa o simplemente hacia cualquier cosa que nos haga feliz. Y felicidad (otra palabra trampa) suele a su vez relacionarse con un bienestar cuyo centro es acomodamiento, con todas las necesidades cubiertas, con mucho tiempo para el ocio, la familia y si además ayudamos a la gente (desde arriba) por nuestro trabajo o en un voluntariado (de buenas voluntades está el infierno lleno) pues así la felicidad será completa, en teoría. Porque si fuera eso verdad en los países nórdicos no encabezarían el ranking de países con mayor tasa de depresión y suicidios. Ya que son los países con mejor reputación en cuanto a derechos sociales, educación e igualdad. Algo falla.
La religión, sin duda, ha sido el fenómeno que más ha ayudado al enquistamiento del fenómeno de la pobreza. Las religiones orientales, desde su interiorización de las cosas, han relativizado todo, de forma que nada es verdad, tampoco el sufrimiento de los que sufren carencias básicas. En el islam ser rico es un signo de Dios mientras otros sufren, pero es bueno hacer actos puntuales benéficos para que Dios te perdone; aparte de todos esos rituales, Dios no te exige nada para llegar a Él.
Pero la peor de todas las religiones en este sentido es el catolicismo y las religiones cristianas en general, pues en coherencia con la espiritualidad de Jesús (no religión), nadie debería pasar dificultades, pues Él lo compartía todo como en el "milagro" de los panes y los peces. Él compartía, no daba limosnas desde arriba. Él se hizo pobre entre los pobres y nunca se iría a vivir en la ostentosidad de un Vaticano o de una casa de un pastor presbiteriano rico. Él vive hoy en las periferias.
Como católico debo soportar continuamente la alusión a los "pobres" con los que muchos se llenan la boca, pues los católicos somos los creadores del rechazo positivo, un tipo de rechazo basado en la condescendencia y el paternalismo que ha heredado la sociedad occidental respecto al resto a los que considera inferiores.
La condescendencia con el mal llamado pobre ha hecho que el fenómeno de la caridad (Cáritas) mal entendida sea el centro de la caridad cristiana. Es como cuando llegas a una iglesia a pedir ayuda y te sale el laico (pueblo) de turno, sobre el que se instaura el poder del clero y te atiende muy amablemente entregándote los alimentos que a su vez han recibido de forma gratuita del banco de alimentos, como si fuera un auténtico acto de misericordia. Tras esto se irá a su casa y se pondrá su programa favorito y el sacerdote seguirá hablando de los pobres y haciendo sus rituales para acercar a la gente a un Dios encerrado en una caja en forma de oblea o lo que sea. No todo es así en la Iglesia, pero es lo más normal. La religión está hecha para que todo siga igual y nadie tenga que cambiar su forma de vida para compartirla con los otros hermanos y acompañarnos mutuamente, dando lo que somos y recibiendo mucho más en comunidad. No, la religión solo te pide que cumplas con sus rituales en forma de sacramentos y los diez mandamientos, cuando no el catecismo para pasar a ser uno más del rebaño.
Pero como dijo Jesús, "a los pobres siempre los tendréis", recordándonos de dónde llega ese amor que nos invita, no a dar, sino a darnos confiando y sin esperan nada.
Es de la relación de nosotros con Él de donde surge todo. Una relación de amor, pero para amar antes debemos conocer lo que amamos. Conocernos primero a nosotros e inseparablemente a Él en nosotros y en la comunidad. Ese conocimiento llega de una oración mística, en silencio, en comunidad y, sobre todo, en nuestra vida. Como la Santísima Trinidad, estas tres oraciones son solo una, por mucho que las quieran separar. No podemos estar muy desenvueltos en la espiritualidad de Dios y vivir lejos de los Cristos que nos llegan en patera, más bien la espiritualidad se desarrollará, sobre todo, viviendo la experiencia de Dios dentro y entre los que más necesitan de nosotros, aunque ellos no busquen lo mismo que nosotros, ni conozcan a Jesús. No se puede vivir en el acomodamiento, del dinero, de un estatus elevado, y luego dar limosna o voluntariado, para compensar una doble vida, donde vivimos una espiritualidad capada o conforme con nuestras necesidades creadas y no conforme a lo que realmente necesitamos, que es amar en mayúsculas o darnos de verdad. Solo viviendo esa vida como oración podremos ver las manos de Dios en todo. Justamente porque nos quedaremos sin nada y el milagro se producirá al confiar y, sobre todo, a perseverar, pese a la dificultad o los agobios que son Cruz y autentica señal.
Tampoco confundamos esto con el asistencialismo que tanto puso de moda la santa más utilizada de nuestra época, santa Teresa de Calcuta, que, aunque esta lo dio todo desde su realidad (mujer clero o monja rebelde pero finalmente aceptada por la institución católica), cometió el error de idolatrar al necesitado y, de esa forma, excluirlo sin saberlo de su comunidad formada por otras monjas obedientes y haciendo de su forma de vida algo no exportable a la realidad de la gente. Por el contrario, la gente ha magnificado a esta santa sin ver lo importante en ella, que fue la confianza, el arrojo y la perseverancia en un proyecto de justicia. Su propia vida.
Pero quiénes somos nosotros para deciros lo que tenéis que hacer, por favor, no creáis nada, solo a Él, que vive en vosotros y entre su comunidad. Bajad, escuchad, hacedle solo caso a Él y a nadie más.
Daniel Almagro
ECLESALIA