LA PIRÁMIDE (LA ESPIRAL) DE MASLOW
Jaume Patuel PuigPrecisamos en el mundo psiquista recordar aspectos que no solo sean cuantitativos sino básicamente cualitativos. Ver a todo ser humano en su totalidad, es decir, más allá de lo corporal y emocional. La cognitividad debe estar siempre abierta a que no lo puede abrazar todo por su propia limitación cerebral. Desde mi experiencia tanto pedagógica como psiquista, de muchos años, soy del parecer que hay que partir del ego (siguiendo la concepción freudiana) para saber qué necesita para madurar o realizar su proceso de individuación.
Teniendo presenta la metáfora del caballo (mundo pulsional) con la crinera (normas culturales inculcadas), el jinete (el ego que emerge del caballo) y las riendas, éstas son los nuevos valores que el jinete va escogiendo conscientemente. Es decir, el jinete debe equilibrar el mundo de las emociones de acuerdo con el criterio de realidad puesto que no siempre cabalga en el mismo lugar y teniendo en cuenta unas normas.
Antes, el punto de partida era la clínica para considerar el ser humano: Inestabilidades, desquicios, desequilibrios, disfunciones, enfermedades mentales. Todo ello era la base para construir una escala valorativa de comportamiento. Y el caso extremo ha sido y es que cualquier dificultad del crecimiento normal, inevitable, pero no enfermizo, tiene ahora un medicamento o diagnóstico ya preparado. Pero la experiencia psiquista ha llevado a cambiar el punto de partida, sin dejar de considerar el anterior. Es mucho mejor considerar las personas maduras, responsables, satisfechas relativamente de la vida y ver cómo lo han hecho para mantener esta equilibración como punto de partida. Este nuevo punto de partida que ha sido estudiado por la psicología humanista y completada por la psicología transpersonal, y por otros, dio pie a Abraham Maslow (1908-1970), ayudado por su equipo de Esalen (EEUU), en construir una escala de valores según las necesidades de todo ser humano. Entiendo claramente el uso de “una”, en lugar de “la”, porque es fruto de observar personas dentro del mundo, que solemos llamar normal y dentro de unas coordenadas geográficas determinadas.
No me entretengo con la historia de la formación de esta pirámide que es interesante. Solo recordar que todo parte de la experiencia existencial, de la vida, y no de especulaciones o creencias. Es importante observar cómo la plenitud de sentirse humano pide la contemplación de trascenderse a sí mismo. O con otras palabras, tomar conciencia de que existe una dimensión humana profunda que va más allá de las percepciones sensoriales del ego, sin dejar de sentir, de su propio existir. De ahí la psicología transpersonal. Tal vez, la terminología no sea adecuada, como se discute hoy en día. Pero que el árbol no nos tape la visión horizonal que nos da el todo el paisaje del bosque con su horizonte. Evitemos los reduccionismos, y seamos conscientes del reducto. Y de paso, eso lo suelo explicar con la metáfora de la margarita, expuesta en otros momentos: Un pétalo no es ni la totalidad de la flor y ni muchos menos la visión del jardín. Un ego hinchado o narcisista es muy peligroso. Observemos el mapa geopolítico actual. Y la sociedad padece por ello.
Pues bien, podemos dividir esa pirámide o espiral en dos partes sin olvidar que la vida es recta y circular a la vez. La primera parte son las necesidades por déficit, es decir, aquellas obligadas a satisfacer, a realizar o sino el ego se queda desquiciado, disfuncional, disonante o muere.
Pongo como ejemplo real, aquella persona, que en un campo de refugiados, no quería la ayuda de un psicólogo y tenía toda la razón: “Dadme de comer, un tejado, un trabajo y sabré superar las dificultades o mis problemas”. Entiendo que si tuviera los dos primeros peldaños resueltos podría avanzar. Una situación de muchísima actualidad: Tener un trabajo es el primer peldaño.
La pirámide o espiral está formada por ocho peldaños. Los cuatro primeros son de sobrevivir y totalmente necesarios, así como los cuatro restantes necesarios para madurar o crecer integralmente. Y sea dicho de paso que es preciso no confundir el punto de llegada o meta con el punto de partidas o arranque.
Así como se tiene mucho cuidado de la comida, del vestir y dormir en bien de la salud física o de la corporeidad; ésta pide a la vez, y tan importante como lo físico, considerar lo emocional. El dar cariño, considerar todo ser como persona y valorarlo como tal. Todo va junto y nada separado. Por eso empleo el término corporeidad más que corporal. Todo ello conduce a que el ego se vaya haciendo autónomo según las etapas que le pertoca recorrer. Además no conviene saltárselas: La madurez no se provoca. Hemos de ir superando dicotomías o compartimentos puesto que el Ser Humano es un todo e incluso un holograma.
Resumiendo. Las cuatro primeras necesidades son la fisiológica, la seguridad, el amor de pertenencia o grupal y la autoestima. Si estas demandas no están satisfechas, es difícil pasar a la segunda parte. Y el ego debe aprender a ponerse límites, valorarse y ser fuerte para entrar en la jungla o selva social para lo cual muchas veces no se prepara. Recordando, y lo digo solo de paso, que Freud expresó que hay tres imposibles: Gobernar, educar y curar.
La segunda parte es el crecimiento cognitivo o sea el gran trabajo de aprendizajes: el mundo de la estética o de la sensibilidad que empuja a la autorrealización. Una gran labor de cultura, gratuita, pero indispensable. Pero la experiencia de muchas personas iba constatando que no había una satisfacción plena. Muchas eran buscadoras o exploradoras de algo más, de una interioridad profunda. Y para tenerlo en cuenta, con criterio científico, se incluyó un peldaño más. No era fruto de especulaciones filosóficas o religiosas, sino del propio vivir, del propio sentir, de la vida misma. Era necesario, pero a la par gratuito: Autotranscenderse. No era la creencia en la otra vida, un más allá, sino un más acá, pero más hondo, un vivir de otra forma, aquí y ahora.
Todo ello lleva a considerar vitalmente los diferentes niveles de consciencia. De ahí nacía el mundo “trans”. No olvidemos que “trans” tiene muchos significados. Según los expertos unos dieciséis. De ahí que es preciso indicar cuál se sigue. La que usa Maslow, a mi entender, es “más allá” del ego, pero “atravesándolo” y abierto al horizonte. Aquí entra el silencio, la poesía, la metáfora, la música, pero no la lógica aristotélica ni la matemática como tampoco las creencias. Los lenguajes son lenguajes no la descripción de la realidad. Y sin olvidar que las matemáticas no pasan de ser un lenguaje. Hay que tener claro que la base o el punto de partida es la vivencia, la experiencia. Las neurociencias pueden comprobar y mostrar si el instrumento musical funciona o no, es decir, el cerebro, pero no pueden contar o explicar lo que es la música o su historia. Esta dimensión vital pertenece a la subjetividad, que por ahora no hay instrumentos científicos para ser medida. Cuesta aceptarlo, pero es así.
El orden es la nutrición tanto física como emocional. La valoración de la relación tribal o familiar y sentirse útil. De ahí, la confianza básica. Ella empuja a la curiosidad cognitiva y a la par, una sabiduría o madurez según cada etapa. Así puede valorar no solo las cosas materiales, que se tocan y se miden, sino también las inmateriales, las que no son tangibles, de forma gratuita. Una buena elaboración que le pertoca al ego. Así llega a sentirse más valioso por lo que el ego puede dar y vivir mejor la relación dual, imprescindible en la vida, pero no lo definitorio del existir. Al llegar a ese fondo siente, percibe que hay más profundidad; lo mismo siente al llegar a lo alto, percibe que hay más altura. Lo podemos resumir así: Todo lo tangible es real, pero no todo lo real es tangible. Una dimensión o dato biográfico empírico, constatable, no creencia, para convertirse en consciente de su Profundidad o Ultimidad, que no tiene nombre, pero se lo damos sin ser nunca el nombre. Para contemplar esa totalidad nos es necesario construir una axiología o escala de valores partiendo siempre de la realidad humana. Conseguir una gran LUZ para ver más y ser más responsables de la humanización de la Humanidad.
Y finalizo con una frase de Lenin (1870-1924) que lleva a la oscuridad: “Los cuerpos se matan con la violencia y a las almas con las mentiras”. Y una escala de valores debe saber discernir. La violencia como la mentira son antivalores, pero constituyen desgraciadamente una escala de valores aunque inhumana, muy actual. Todos nacemos con una escala de valores cultural inculcada o la crinera del caballo, la cual hay que conscienciar para construir y trabajar nuestra escala valoral o les riendas del caballo construidas por el jinete o el ego. Y éste regido por el criterio de realidad junto con plena consciencia para aprender a poder discernir, recordando lo que se decía al principio de la filosofía occidental, que era siempre práxica: CONÓCETE A TI MISMO y ATRÉVETE A PENSAR y así el ego podrá construir su propia axiología. El mundo psiquista tiene mucho que decir, aportar y clarificar.
Jaume PATUEL PUIG (1935).
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