SER CONDUCIDA
Magdalena BennasarLo halló en una tierra desierta,
en la soledad rugiente del desierto.
Lo abrazó y cuidó de él.
Lo guardó como a las niñas de sus ojos.
Como el águila que incita a su nidada
y revolotea sobre sus polluelos,
así desplegó él sus alas y los tomó,
llevándolos sobre sus plumas.
Sólo el Señor los guiaba,
no había con él ningún Dios extraño (Dt 32,10-12).
Os invito a hacer esa experiencia. Es todo un reto a la mente occidental y al activismo que desarrolla creyendo que esa mente y sus proyectos son lo correcto. Las personas que intentamos hacer silencio, “sabemos” con lo que significa de sabiduría el término saber, que en las cosas de la interioridad lo importante es dejarse conducir.
Con el tiempo voy entendiendo que la meta misma es el camino. Como en las películas, cuando se solucionan los problemas o el malo muere, se termina, porque la vida, la trama, la historia se escribe mientras caminamos.
Hacer experiencia de “ser conducida” y acoger ese proceso es un regalo del Espíritu, de nuestra Ruah. Nuestra vida, casi siempre rodeada de dificultades de diversa índole, adquiere una dimensión cuántica si tiene el esqueleto firme de la experiencia de Dios o de una sabiduría interior adquirida, como el buen vino, en la bodega oscura de la interioridad, dejando pasar tiempo que parece muerto pero que al final, ese tiempo muerto es el que determina la calidad del “caldo”.
Una de las imágenes bíblicas más potentes por su sencillez y ternura y más antiguas es la de Dios comparado con un águila que conduce a sus polluelos sobre sus alas.
En distintos textos la Palabra nos aproxima a una imagen materna, el águila que conduce a sus polluelos sobre sus plumas y para enseñarles a volar desciende de vez en cuando, para que ellos ejerciten todas sus capacidades, sin embargo, ella, el águila planea vigilante debajo de los pequeños, como brazos siempre abiertos para acogerles y conducirles.
Hacer experiencia de un Dios así permite asumir riesgos, intemperies, fracasos aparentes, porque sabes, vives, que te conducen sobre alas y cuando te sientes caer, de pronto haces pie sobre las suaves plumas de “ama” águila, que de nuevo te recoge y te conduce y reconduce donde se te invita a ir, en su nombre.
Simple, precioso, pero maravillosamente difícil. Muchos “aterrizan” de emergencia cuando sienten que están “en el aire”, otros ya saben que este es el momento de más amor de parte de madre-águila-Dios, es el momento en que confiando plenamente en tus capacidades se retira para que tú despliegues tus alas y tu potencial. Eso sí, sólo es posible ese despliegue cuando sabes que ama-águila planea debajo de ti y dará su vida antes que dejarte “en el aire”.
Por ahí va el compromiso solidario profundo, el minimalismo y la intemperie; el compromiso ecológico y humanitario… posible sí, y eficaz, si primero te atreves a dejarte conducir sobre sus alas, porque desde ahí se adquiere la perspectiva real que hace posible asumir riesgos para que la humanidad y madre tierra, en riesgo, con sus águilas y sus tormentas de nieve, sus ríos y mares, sus azules intensos y amarillos siga siendo humanidad, pero mejor sin riesgos.
Te invito a montarte sobre ama-águila y dejarle que te pasee por tu historia y por el planeta sobre sus alas. Mira, siente, observa, déjate conducir y descubrirás los paisajes interiores y panorámicos que nunca descubrirás si sólo conduces tú.
Magda Bennásar Oliver
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