LA RAÍZ ESTÁ EN EL CLERICALISMO
Ramón AlarioUna crisis de gran calado. El tsunami de la pederastia clerical está provocando una de las peores crisis de coherencia y de credibilidad en la Iglesia católica. Nos impactó el relato de los casos de Irlanda, Boston, Australia, Maciel y sus legionarios... Abusos en parroquias, en orfanatos, en campamentos, en centros de acogida de jóvenes maltratadas por la vida... El último bombazo, la publicación del informe judicial sobre las diócesis de Pensilvania (USA), con unos trescientos curas implicados: al parecer, conocido en el Vaticano desde 1963... Muchas personas se atreven a aventurar que se trata solamente de la punta del iceberg de una maldad mucho más extendida y crónica en la iglesia. Hay quienes sugieren que forma parte de una campaña contra la reforma del papa Bergoglio. Y no faltan quienes se consuelan con un simplón "esto pasa en las mejores familias"...
Como seres humanos y como creyentes en Jesús de Nazaret, sentimos una vergüenza y rabia e impotencia ante tantas víctimas inocentes, marcadas de por vida por Lobos con piel de pastor (J. I. Cortés. San Pablo. 2018)... Pero exigimos que se haga justicia -no canónica, sino civil, la de todos- y que de una vez y para siempre este tipo de crímenes no prescriban. También, que se apliquen las ineludibles reformas de gran calado.
Eco universal.
El impacto moral y el rechazo son justificados y generalizados. A nadie puede dejarnos indiferente el sufrimiento aterrador que se transmite en cualquiera de los relatos de cada una de las víctimas. (Suponen una auténtica tortura moral: ver C. Fallarás, ¿Cómo se atreve, Bergoglio? Público. 25.08.18). También parece general la exigencia de justicia para las víctimas: justicia que debe llevar consigo las penas correspondientes para los culpables; y también las medidas institucionales necesarias para castigar la complicidad de tantos jerarcas y reformar de raíz las causas de tales delitos.
Una pequeña muestra del aluvión de artículos aparecidos en torno al tema, puede resultar suficientemente representativa: La iglesia fábrica de pederastas, La pederastia cáncer con metástasis, Guerra sucia en el Vaticano, La iglesia y el sexo, Pederastia y cosmética católicas, Bomba contra el celibato clerical...
El tratamiento ha sido incorrecto. Y cómplice.
Y hay que reconocerlo para no seguir repitiéndolo, por supuesto. Lejos de atacar estos crímenes, la postura jerárquica ha contribuido a encubrirlo. También, en cierto modo, a facilitarlo. De ahí que no sea suficiente pedir perdón y justicia para los abusadores: habría que ir a la raíz, a la estructura y organización que lo origina y encubre. El papa Francisco está repitiendo hasta la saciedad las palabras vergüenza, perdón, fracaso... También alude a esta necesidad de no quedarse en los casos aislados.
Es suficiente apuntar unos leves rasgos para ver la incorrección y complicidad denunciada. a) Se ha desenfocado de raíz estos abusos, confinándolos al fuero interno de la conciencia (pecados de los que arrepentirse para ser perdonados) y hurtándolos del de la justicia. Son prioritariamente y antes que nada crímenes, delitos... b) Se ha dado prioridad al problema del culpable, del victimario, y de la institución frente a la atención y justicia para las víctimas. c) A la hora de afrontar el escándalo se han puesto en marcha unas medidas -unas pautas de actuación- no improvisadas sino perfectamente pensadas: una auténtica maquinaria de ocultación. Cambiar de destino, ordenar un retiro o unos ejercicios espirituales... d) Se repite un agravante repugnante y criminal: los entornos en que han sucedido muchos de estos abusos, han sido instituciones de acogida y atención a desvalidos, huérfanos, madres solteras... ¡Instituciones para proteger! ¡Terrible ironía! e) Se ha ocultado a la justicia civil, porque para los clérigos había (¿puede haber todavía?) otra justicia canónica: corporativa, parcial de raíz inevitablemente.
Estos comportamientos repetidos hasta la saciedad remiten a un mal profundo.
La raíz de esta maldad personal e institucional es antigua y compleja.
La Iglesia católica mantiene una organización que cuenta con varios siglos a sus espaldas, y está muy interiorizada y asentada en demasiados cargos, monseñores, congregaciones, nunciaturas... Y, pretenciosamente, asentada en el Evangelio.
Quiero destacar unas frases del papa Francisco en su reunión de hace unos meses con el episcopado chileno.
"Hay una herida abierta, dolorosa, y hasta ahora ha sido tratada con una medicina que, lejos de curar, parece haberla ahondado más en su espesura y dolor. Los problemas que hoy se viven dentro de la comunidad eclesial no se solucionan solamente abordando los casos concretos y reduciéndolos a remoción de personas. Sería grave omisión de nuestra parte no ahondar en las raíces. Esa psicología de elite o elitista termina generando dinámicas de división, separación, círculos cerrados, que desembocan en espiritualidades narcisistas y autoritarias en las que, en lugar de evangelizar, lo importante es sentirse especial, diferente de los demás, dejando así en evidencia que ni Jesucristo ni los otros interesan verdaderamente. Mesianismos, elitismos, clericalismos, son todos sinónimos de perversión en el ser eclesial".
Palabras duras, valientes y, pienso, clarividentes. Rotundamente claro: a) En la Iglesia católica está apareciendo un fenómeno que muestra y provoca al tiempo una profunda crisis, de coherencia y de credibilidad: la pederastia. b) No tendrá solución mientras no cambiemos de perspectiva: no son casos aislados; no se soluciona retirando o cambiando de destino a los culpables. c) Habría que acotar la raíz y atacarla: es un problema estructural. Algo más allá de la responsabilidad de personas concretas, aunque la incluya.
Desde esta nueva perspectiva ¿dónde está el origen de estas perversiones personales y estructurales? ¿Es la iglesia refugio de pederastas? ¿Son los pederastas homosexuales a los que el ambiente de rechazo/persecución los ha llevado a un celibato que les permite vivir ocultos y ejercer unas relaciones que en otra situación serían chocantes? ¿Es, en definitiva, el celibato impuesto el causante? No solo él: forma parte de una estructura clerical mucho más amplia; es uno de sus pilares. Suprimir el celibato obligatorio no solucionaría por principio los vicios que entraña la estructura clerical.
Estructura es todo un enmarañado conjunto de elementos, personales y organizativos, que se asientan y refuerzan entre sí; originan una forma de organizarse y funcionar los grupos sociales; en muchos aspectos determina la actuación personal, la condiciona y arrastra; aunque sin las personas no funcionaría.
Y, en este caso, podríamos enunciar algunos de los elementos que integran esa estructura: a) Concentración del poder en manos del clericalato. Un poder, como todos, organizado de más a menos, jerarquizado. Unos lo tienen y otros no: división, contraposición clérigos/laicos. b) Un poder del que están excluidas las mujeres; por tanto, patriarcal, machista; y, en los casos y parcelas en que lo ejercen, siempre lo hacen con la supervisión de un varón. Exclusión práctica que, en ocasiones, suele ir acompañada de una valoración teórica. c) Se asciende en el escalafón de ese poder, se hace carrera, a través de dos mecanismos complementarios: la obediencia y/o la hipocresía. d) Una concepción y una práctica dualista y maniquea en aspectos tan decisivos de la vida humana como es la sexualidad. e) Una sobrevaloración del célibe por encima de quienes contraen matrimonio o ejercen su vida sexual. El célibe vive en un estado superior (estados de perfección), que le coloca como más perfecto y cercano a Dios que los no célibes, los laicos. f) Una imposición legal, el celibato obligatorio, como condición para pertenecer a ese colectivo de clérigos. g) Unas comunidades reducidas a lugares de culto y servicio religioso en torno al cura, sin voz ni voto en las decisiones básicas: convertidas en colectivos menores de edad...
Denunciar una estructura no es lo mismo que generalizar su influencia ni su aceptación: gracias a Dios, no todos los clérigos viven y se identifican con esta estructura. Muchos, incluso, son ejemplos vivos de estar más allá y muy por encima de este esquema organizativo; es más, son críticos y constructores en el día a día de unas comunidades igualitarias y corresponsables. Como otros muchos creyentes. Pero esa estructura, tan compleja, marca profundamente la vida de la comunidad universal eclesial. Y gira toda ella en torno al cura; no en torno a cada comunidad de creyentes.
Decía ya hace años Albert Rouet, obispo de Rouet: "Todo sistema cerrado, idealizado y sacralizado es un peligro. Cuando una institución, incluida la Iglesia, se fundamenta en una posición de derecho privado y se afirma en una posición de fuerza, las desviaciones financieras y sexuales llegan a ser posibles". Toda una expresión de clarividencia, aunque tristemente no sea mayoritaria. Y nos siguen persiguiendo múltiples preguntas.
¿Es que el celibato obligatorio del clero católico occidental produce en dosis mayores de lo normal desviaciones como la pederastia? ¿Es esa ley obligatoria el origen de estos delitos? ¿Desaparecerían estos abusos de menores si el celibato se convirtiera en optativo? Tal vez, contestar a estos interrogantes con un sí sin matices sea tan simple e inexacto como hacerlo con un no rotundo. El celibato impuesto colabora, facilita; pero es un factor importante en ese entramado que he tratado de desgranar.
El estilo de vida del clérigo tiende a acentuar rasgos de separación, de relación con otras personas desde la figura que se desempeña y el poder que se ejerce. La dedicación exclusiva a las cosas de Dios (lo espiritual, lo sagrado) se convierte en gran medida en la apuesta por las cosas de la iglesia y del templo: ésa es la fidelidad fundamental. Así, quien debería ser el animador cercano de una comunidad de creyentes corre un tremendo riesgo de convertirse en el ejecutor del poder de una institución autoritaria, doctrinal, conservadora y altamente jerarquizada. Todo ello confiere un hábito de poder y superioridad difícilmente superable: situación de privilegio facilitadora de abusos.
Evidentemente, lo dicho no ha de ser interpretado como una equivalencia entre celibato impuesto y actuaciones pederastas; ni mucho menos. Pero sí nos permite afirmar que la pederastia es un fruto nada extraño, ¿connatural? a esa estructura eclesiástica que se concreta en el clérigo obligatoriamente célibe.
Este sistema está en la base de muchos de los problemas que tiene nuestra Iglesia católica. Quienes de una u otra forma estamos integrados en esa comunidad universal de creyentes, tan rica y tan plural, sufrimos y, en parte, contribuimos a que esta estructura se perpetúe. Es tarea de toda la comunidad eclesial ir desmontando esos mecanismos de desigualdad y separación, tan extraños y lejanos a las más frescas invitaciones del Evangelio de Jesús. Luchemos por ser coherentes con nuestra fe en Él.
Ramón Alario
Religión Digital