Comunidad Almozara-Las Fuentes, Zaragoza

Queremos compartir la gran transformación que varias comunidades de base de Zaragoza y otros lugares estamos experimentando. En 40 años hemos pasado de una religión ritualista y burguesa a una práctica creyente de liberación; y últimamente, confrontados con interpretaciones científicas, otras religiones y el posteísmo, vemos que hemos superado el puzzle de la visión tradicional cristiana; hemos deconstruido nuestra cosmovisión religiosa anterior.

Hemos aprendido que las afirmaciones y los relatos cristianos tienen un carácter más metafórico que literal, y que tomadas de un modo absoluto dieron lugar a un sistema religioso asfixiante que hoy no es compatible con la libertad que respira el ser humano en nuestro tiempo.

Estamos saliendo de la vieja religión, del dogma, de la sumisión, del teísmo, del desdoblamiento de la realidad. Se trata de una reinterpretación postreligiosa y postsecular, desde abajo, pluralista, humildemente esperanzada. La sentimos como una conversión en el mejor sentido de la palabra. Una revolución mental que nos ha devuelto un mayor sosiego, armonía y vigor creyente. Una reconciliación con la libertad y la responsabilidad adultas. Y constatamos que se está desarrollando igualmente en otras comunidades de Zaragoza y de nuestro país. Cada vez más ampliamente.

Describimos a continuación los principales elementos de esta gran deconstrucción y reconstrucción.

1. Deconstrucción de la fe segura

• Hasta hace pocos años se creía que las afirmaciones religiosas eran literalmente ciertas, y superiores a la ciencia, pues estaban fundadas en una revelación divina. Se decía: la fe es creer lo que no se ve. Hoy decimos: la fe es creer desde lo que se ve. Por eso, además de las explicaciones científicas y sociales nos servimos de los símbolos para apuntar al misterio de la conciencia, de la libertad, del sentido. Respetamos la autonomía de la ciencia y de la política y salimos de las credulidades ingenuas.

No podemos decir nada objetivo sobre Dios, pero sí sabemos que el que ama «conoce» a Dios.

2. Reconstrucción de la palabra de Dios

La Biblia es una gran metáfora, un gran relato para salir de lo insignificante. Creer es formarse una metáfora desde la buena razón, matriz de toda palabra inspirada o «revelada». Contarnos un relato desde lo mejor de nosotros, desde ese postulado de dignidad-divinidad que nos constituye, mediante la buena razón, abierta, plural, amable, concertada; no la que pretende conocer de modo absoluto.

• La palabra de Dios no es un libro o unas historias ancladas en una época y tenidas como referencias inmutables. La palabra de Dios se construye como suma de todas las palabras humanas a favor de la felicidad y la justicia. El pueblo elegido es la gente que las escucha, la que ama y trabaja la justicia y se da a sí misma relatos de ánimo y esperanza. La Biblia no está terminada, ni es única. Su significado se enriquece día a día. Para nosotros su mejor significado se nos da en los dichos y hechos de Jesús.

• Esta buena y bella razón, metafóricamente llamada Espíritu Santo, es la mayor riqueza de la humanidad y la que inspira las múltiples palabras con sentido del ser humano, que juntas componen la «Palabra de Dios». Biblias y Vedas, declaraciones de derechos, poemas y filmes, reverberan una y otra vez, según las culturas, el eco del espíritu, de la mejor razón humana que habla desde la justicia y la felicidad.

3. Reconstrucción de Jesús el Cristo

Hemos deconstruido aquel Jesús monofisita, que parecía humano pero sólo era Dios disfrazado, y lo hemos reencontrado como un modelo logrado de dignidad. El que llamamos Jesucristo es la fusión inseparable del palestino Jesús, y de la divinidad o dignidad que nos habita. Hemos redescubierto a Jesús.

• Expresiones bíblicas, como Hijo de Dios o Verbo de Dios encarnado, con frecuencia vienen cargadas de significaciones elaboradas posteriormente, que acaban negando el contenido bíblico original. Nosotros volvemos a Jesús, un referente universal, el Cristo, el ungido o significado por todos como paradigma de amor desinteresado, que no cabe en una religión concreta.

• Jesús, una historia mínima, de escasos rasgos objetivos e innumerables testimonios de seguimiento. Es el ser humano que desbordó nuestra moralidad llevando el perdón hasta el límite del amor a los enemigos. ¿Para qué necesitamos más historias?

• No importa que hubiera otros como él; al contrario, pues todos llevamos potencialmente dentro esa llamada a la acogida incondicional. Lo que importa es que al menos algún humano ha dibujado ya esos rasgos de la mejor humanidad o divinidad que nos constituye, ese desbordamiento de compasión que antes hemos llamado «Padre».

4. Reconstrucción del misterio de salvación

• El gran relato de la salvación cristiana (creación, paraíso, pecado original, encarnación, redención, resurrección y ascensión al cielo) ya no es para nosotros una secuencia temporal histórica. Estos contenidos del credo los entendemos como expresiones simbólicas de altísimo valor que animan nuestra esperanza, elevan nuestra moralidad y reducen parcialmente nuestra insistente necesidad de respuestas y seguridades.

• Jesús puso en primer lugar de nuestra vida la construcción del «Reino», no una Redención. La historia de la liberación nos acerca al «Reino» como una metáfora de la mejor sociedad posible, sin afirmar ni negar que se dará, o que sea una utopía alcanzable aquí o en «otro mundo posible» allende la muerte. No es una iglesia, ni una estructura política o una ciudad de Dios paralela a este mundo, sino un lugar de liberación. El espacio de construcción de una sociedad igualitaria y libre, fundada en la fraternidad. Es un proyecto común para todas las religiones y gentes de buena voluntad. Está dentro de nosotros, ya ha llegado y se va extendiendo expresado en hechos liberadores.

• El que ama y trabaja la justicia entra en la metáfora del Reino y se sitúa en una órbita de esperanza y de incondicionalidad. Todo es relativo, menos el valor último de la persona humana, su libertad y su vida, aunque no encontremos razones que expliquen esta valoración absoluta: ¿Por qué dar nuestra vida por otros, si vale tanto como la de ellos? ¿Más aún, si ese otro es un enemigo, o tan perdido que el amor hace agua? ¿Por qué preocuparnos por el futuro de la humanidad en una revolución o en otro mundo posible? Quizás porque nuestra condición humana insinúa una dignidad o «divinidad» que, sin poder nombrar o saber qué es, llamamos metafóricamente «Padre».

5. Reconstrucción del grupo de Jesús

• Buscamos construir una comunidad de comunidades desde la mayor universalidad posible. Comunidades humanas de base, grupos de significación plural del desinterés, del amor, de la libertad. Lo cristiano no es algo aparte de lo humano. Estos grupos están llamados a una asamblea universal del pueblo laico en la que todos participamos desde nuestra identidad, como ocurría en el grupo de Jesús, pero todos bajo ese proyecto del Reino o humanidad de justicia y felicidad.

• Queremos anunciar la verdad –relativa pero verdad– de las metáforas y los símbolos, y despertar de los sueños dogmáticos. Será labor de estos grupos de esperanza desenmascarar el lenguaje monolítico de las religiones y las ideologías, y denunciar los reavivamientos ilusorios y fundamentalistas. Tan difícil es para el religioso dejar de remitirse a un mundo sobrenatural como al materialista abrirse a los significados no inmediatos.

• Nuestros próximos retos serán la formación y el vigor de la esperanza en la sociedad civil. Propiciar las funciones simbólicas y formativas que, hoy por hoy, la sociedad civil no acaba de darse para elevar su moralidad. Animar a esa ética de la gratuidad que complementa la legalidad y la reciprocidad democrática. Vigorizar la esperanza: no es lo mismo moverse por certezas cerradas que por metáforas; lo primero da pie a pautas de entrega fuertes pero con orejeras; lo segundo responde a la gratuidad de la libertad.

• Nos reuniremos para recordar a Jesús y animarnos al «Reino». Una sentida referencia a todas las memorias que nos hablan de él, en especial las primeras, los evangelios. Estas celebraciones prescindirán del halo sagrado del templo. No hay milagros de por medio para orientarse a la incondicionalidad que nos llama desde el rostro del débil. La celebración, según Jesús, no es una eucaristía o pascua redentora, sino un encuentro de compasión perseguida. Por eso la celebración cristiana no tiene que estar atada a una religión concreta y las comunidades cristianas podemos convertirnos en comunidades humanas del «Reino de Dios», de la Utopía de Dios.

Estamos muy contentos del balance de la evolución que hemos experimentado en estos 40 años. Nos sentimos libres, liberados de tantos prejuicios, creencias, dogmatismos e ignorancias como han oprimido nuestra fe en el pasado. Nos encontramos ante un nuevo horizonte en el que apenas hemos comenzado a dar nuestros primeros pasos. Estamos abiertos a compartir nuestra experiencia con otras comunidades.

 

Agenda Latinoamericana 2014 ¡Libertad, libertad! (pág. 228)