La antigua Grecia acuñó la palabra Democracia demo=pueblo y cratos=poder: poder del pueblo, con el pueblo, para el pueblo. Vemos la democracia “acorralada” por populismos, autoritarismos, dictaduras. ¿La raíz del debilitamiento de la democracia?: Su impotencia de responder a las necesidades de las mayorías ciudadanas, de abordar las invasiones criminales, del narcotráfico, las corrupciones. “¿Los hijos de las tinieblas más sagaces de los hijos de la luz?”

Las personas en sus voracidades de poder corrompen las instituciones. Los atrincheramientos de los partidos políticos por sobre del Bien Común.

Reducir la democracia a elecciones es atrofiarla, no basta la libertad de expresión, la separación de los poderes del Estado. Los seres humanos somos esencialmente emocionales con gotas de razón. Todos dependemos unos de otro, desde el más acaudalado al más pobre, de esta lógica emana la igualdad por, para, con el pueblo.

Nuestro origen viene de los senos de los océanos para llegar a ser bípedos caminantes. La desvinculación humana del útero de la madre tierra, ha significado desvincularnos unos de otros, rivalizarnos. Nuestra Casa Común dejó de ser común al absurdo de ser depredadores de la naturaleza que nos nutre. El calentamiento global y sus desastres no es una venganza contra la humanidad; son las consecuencias que desequilibramos la naturaleza.

Sube una conciencia, como la academia de producir sin dañar el medio ambiente con los recursos tecnológicos. Sin embargo, el núcleo de revertir la crisis ambiental es adoptar las leyes intrínsecas de la madre naturaleza. Valga decir asumir una ecoconciencia. Sólo la naturaleza es autosustentable.

Las gratuitas bondades de la naturaleza son evocaciones magistrales para la convivencia humana. El filósofo griego Epitecto acertaba: “no vivas de tus propias reglas, sino en armonía con la naturaleza”. “Los ríos no beben de su propia agua; los árboles no comen sus propios frutos; el sol no brilla para sí mismo, también la luna, las flores nos ofrecen sus fragancias”. Vivir para los demás es la virtud de la naturaleza, somos más felices cuando compartimos la felicidad.

La naturaleza todo lo conecta, es un tejido íntimo de relaciones, de correspondencias, de reciprocidades. Lo vivimos en nuestro propio cuerpo: las relaciones de todos nuestros órganos internos. Los bienes de la naturaleza no son clasistas, los bienes humanos se enclaustran, se “elitizan”.

El desarrollo es a partir del propio rollo, no es lo mismo crecimiento que desarrollo. Agobia el desarrollo que vivimos, el “abrazo del oso”. Este desarrollo ¿”no es la sociedad del cansancio”? desarticula la columna social. Tener más y más nos corroe la avaricia, la ansiedad envenena. El ser más, es liberador: “Llegar a ser el que soy” versaba el poeta Píndaro.

La naturaleza se desarrolla auto recreándose, cada fruto trae sus semillas, cada célula se renueva. Si aprendiéramos no enjaularnos en nuestras obsesiones, en nuestras “razones” ensanchamos los horizontes. Las realidades nos superan…

La naturaleza nos regala su belleza, es inasible y nos embarga, una puesta de sol, un eclipse nos anonada. La belleza se admira, no se posee y los humanos siempre buscamos poseer para cubrir los vacíos del alma…

Una democracia integral es inagotable como la biodiversidad, aunque esté años luz de nuestra civilización, pero late en las convicciones cordiales: “otro mundo es posible”. Las ranitas de acequias ignoran la presencia del mar.

 

Pedro Aranda Astudillo

Fundador de la Corporación Gen