EL DERECHO NACE VIEJO
La protesta de los jueces y la huelga con que nos han
amenazado a todos los ciudadanos me hace recordar lo que
solía decir un antiguo profesor de la universidad de
Bolonia, “el derecho nace viejo”.
Lo cual resulta perfectamente comprensible. Porque las leyes
se dictan y se aprueban normalmente como respuesta a una
necesidad social que exige la regulación de los derechos de
los ciudadanos. Lo que nos viene a decir que el
establecimiento de los derechos de las personas y de los
grupos humanos es siempre respuesta a situaciones y
necesidades que la convivencia social va presentando. De
donde resulta inevitablemente que el derecho, en cuanto
respuesta a situaciones y necesidades nuevas, no tiene más
remedio que nacer siempre viejo. Y, en lo que se refiere a
determinados problemas, sabemos de sobra que el derecho nace
con frecuencia demasiado viejo.
Sin ir más lejos, el hecho de que los jueces se hayan puesto
a discutir si uno de los poderes del Estado (el poder
judicial) tiene o no tiene derecho para hacer una huelga, es
el indicador más claro de que, efectivamente, el derecho
nace viejo. Llegará el día, y ojalá sea pronto, en que se
revisen los derechos de los profesionales del derecho. Para
que, de una vez, quede claro si tienen derecho a emprender
acciones que dañan los derechos de los ciudadanos.
El día que el poder judicial se ponga en huelga, por más que
los servicios mínimos garanticen la protección de
determinados derechos básicos, en el conjunto de nuestros
derechos (que son muchos) todos nos veremos desamparados.
Pero con decir esto no estamos nada más que empezando a
afrontar un problema que es mucho más grave de lo que
seguramente imaginamos. Porque los cambios sociales,
políticos, económicos y culturales son casi siempre más
rápidos que la respuesta de los poderes públicos para fijar
los derechos que puedan proteger a los ciudadanos. Es lo que
ocurre ahora, por ejemplo, con el espinoso asunto de la
violencia de género.
Está claro que, en este caso concreto, la sociedad ha
padecido, durante demasiado tiempo, de un vacío legal que
nos ha llevado, entre otros motivos causantes de lo que está
pasando, al estado de cosas del que ahora nos quejamos.
Las mujeres se han visto privadas, durante muchos siglos, de
derechos que ahora están conquistando penosamente. Pero
ocurre que los derechos de las mujeres, como ocurre con
otros grupos humanos (por ejemplo, los homosexuales), están
naciendo demasiado viejos. Y ya se sabe que “lo viejo” le
estorba a mucha gente.
Entre otras razones, porque, como bien se ha dicho, un
sistema moral basado más en la imposición de deberes que en
la defensa de derechos se convierte en un sistema
“moralmente empobrecido” (J. Feinberg), ya que en él las
personas no pueden sostener las demandas que un sistema de
derechos hace posible.
Por eso las personas desarrollan un carácter más servil en
los grupos humanos que no tienen los mismos derechos que
otros grupos que gozan de derechos y son conscientes de
ello. Los que carecen de determinados derechos dependen de
la buena voluntad de los demás, pero no pueden denunciar a
quienes los pisotean. Eso les pasaba antiguamente a los
esclavos. Y eso les pasa ahora a demasiadas personas, baste
pensar en los inmigrantes y otros colectivos similares.
Por no hablar del problema jurídico más grave que ahora nos
azota a todos. Me refiero a la crisis económica mundial.
Todos somos conscientes de lo importante que es que la
economía funcione bien. Pero me parece que no todo el mundo
se ha dado cuenta de la importancia que tiene el derecho en
este asunto, como ocurre en todos los asuntos importantes de
la vida. Y es que, por más que, desde los romanos, lo que
más ha interesado al derecho occidental han sido las reglas
que gobiernan la propiedad individual y las acciones
derivadas de ésta (P. G. Stein), el hecho es que los graves
problemas que hoy padece la economía son tan graves porque
están demasiado desprotegidos de los necesarios derechos.
Y es lógico. La economía se ha globalizado, pero carecemos
de un derecho global. Ni existe un poder jurídico global que
garantice el cumplimiento de los derechos más determinantes
en este orden de cosas. Por eso hoy es perfectamente
posible, como ya he dicho otras veces, que un individuo,
desde el ratón de su ordenador, pueda desestabilizar la
economía de un país entero. Y lo puede hacer de tal manera
que no existe ley que proteja a los que sufren las
consecuencias Ni hay juez que tenga poder para pedirle
cuentas al canalla que hace eso.
De ahí que en este momento es demasiada la gente que se ve
en situaciones desesperadas y no tiene a donde acudir para
poner una denuncia. Y es que en realidad no se nos ha
privado de ningún derecho. Porque no existe un derecho
adecuado para proteger el sistema económico que ha hecho
posible nuestro bienestar.
Es más, se saben los nombres de los mayores responsables del
desequilibrio económico mundial en que vivimos. Pero ahí
están, en la calle y en sus mansiones, disfrutando del
dinero que, por complicadísimos procedimientos, nos han
arrebatado. Y sin embargo, jurídicamente, no se les puede
considerar delincuentes. Porque el derecho que nos puede
proteger, en este asunto de tan enormes consecuencias,
todavía no ha nacido. Y el día que nazca, será tan viejo
que, a lo mejor (o a lo peor) ya no servirá para nada.
José M. Castillo