Significado de la eucaristía
del libro
Teología para Comunidades de José María Castillo.
La eucaristía es el sacramento de la vida
compartida, es decir, es el símbolo que expresa
y produce la solidaridad con la vida que llevó
Jesús; y la solidaridad entre los creyentes que
participan del mismo sacramento.
Este significado se deduce de los textos
eucarísticos del Nuevo Testamento, que coinciden
todos ellos en dos cosas:
La eucaristía es un hecho comunitario, es decir, no
hay un solo texto en el que la eucaristía aparezca
como un gesto individual, realizado por un individuo
y para un individuo, sino que siempre se trata de
algo que es compartido por un grupo.
La eucaristía es una comida, y por cierto una comida
compartida; lo que significa que no es una “cosa”
santa y sagrada, sino una “acción” que lógicamente
comporta un determinado simbolismo
El hecho de que Jesús instituyera la eucaristía en
una comida (la cena de despedida), nos remite a una
práctica de Jesús y sus discípulos.
El evangelio de Lucas nos ha conservado unas
palabras, que atribuye al propio Jesús y que indican
lo que la comunidad cristiana pensaba al respecto:
”Cuando des un banquete invita a los pobres, a los
lisiados, cojos y ciegos; y dichoso tú entonces
porque no pueden pagarte; te pagarán cuando
resuciten los justos”.
El verdadero sentido teológico de la comida
compartida está en que se trata de compartir la vida
y solidarizarse con los pobres y desamparados de
este mundo.
La eucaristía es el símbolo que consagra el
compromiso de compartir la misma vida que llevó
Jesús; y también la misma vida entre los
participantes. Con una especial referencia a
compartir esa vida con los más pobres y desgraciados
de este mundo.
La comida es fuente de vida, es lo que mantiene y
fortalece nuestra vida. Por consiguiente, compartir
la misma comida es compartir la misma vida.
La eucaristía es la identificación con la vida de
Jesús: hacer lo que él hizo y vivir como él vivió.
De
la
primera carta de Pablo a los
Corintios,
capítulo 11, 17-29
No puedo felicitaros de que vuestras reuniones
causen más daño que provecho.
Cuando tenéis una reunión, os resulta imposible
comer la cena del Señor, pues cada uno se adelanta a
comerse su propia cena, y mientras uno pasa hambre,
el otro está borracho.
¿Será que no tenéis casas para comer y beber?, o ¿es
que tenéis en poco a la asamblea de Dios y queréis
abochornar a los que no tienen? ¿Qué queréis que os
diga?, ¿que os felicite? Por esto no os felicito.
Porque lo mismo que yo recibí y que venía del Señor
os lo transmití a vosotros: que el Señor Jesús, la
noche en que iban a entregarlo, cogió un pan, dio
gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi
sangre; cada vez que bebáis, haced lo mismo en
memoria mía».
Y de hecho, cada vez que coméis de ese pan y bebéis
de esa copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta
que él vuelva.
Por consiguiente, el que come del pan o bebe de la
copa del Señor sin darles su valor tendrá que
responder del cuerpo y de la sangre del Señor.
Examínese cada uno a sí mismo antes de comer el pan
y beber de la copa, porque el que come y bebe sin
apreciar el cuerpo, se come y bebe su propia
sentencia.
Del evangelio de Mateo capítulo 18 versículo 20
Donde están dos o tres reunidos apelando a mí, allí,
en medio de ellos, estoy yo.