SABIDURÍA 18, 6-9
Aquella noche se les anunció de
antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo
al conocer con certeza la promesa de que se fiaban.
Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes
y la perdición de los culpables. Pues con una misma
acción castigabas a los enemigos y nos honrabas
llamándonos a ti.
Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían
sacrificios a escondidas, y de común acuerdo se
imponían esta ley sagrada: que todos los santos
serían solidarios en los peligros y en los bienes; y
empezaron a entonar los himnos tradicionales.
Ya sabemos que este libro se llamaba "Libro de la
Sabiduría de Salomón", y que se escribió en griego
probablemente en Alejandría a finales del siglo I
a.C. o principios del siglo I d.C. Su "Sabiduría",
como toda la Sabiduría de Israel consiste en
interpretar y aplicar a la vida diaria las
Escrituras.
Este fragmento tomado de la parte final del libro
hace una interpretación de la salida de Egipto. Se
presenta a los egipcios culpables de asesinato
contra Israel, y la acción de Dios como justo
castigo de los opresores y justa protección del
pueblo "justo".
Esta super-piadosa y super-maniquea interpretación
muestra una concepción extraña de la acción de Dios.
Ignoro por qué ha sido traído este texto a la
eucaristía de hoy, y no alcanzo a encontrar ninguna
aplicación aceptable, ni siquiera en relación con el
evangelio.
HEBREOS 11, 1-2 y 8-19
Hermanos: la fe es seguridad de lo que se espera y
prueba de lo que no se ve.
Por su fe son recordados los antiguos: por fe
obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la
tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber
a dónde iba.
Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida,
habitando en tiendas - y lo mismo Isaac y Jacob,
herederos de la misma promesa - mientras esperaba la
ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y
constructor iba a ser Dios.
Por fe también, Sara, cuando ya se le había pasado
la edad, obtuvo fuerza para fundar un linaje, porque
se fió de la promesa. Y así, de una persona, y ésa
estéril, nacieron hijos numerosos, como las
estrellas del cielo y como la arena incontable de
las playas.
Es famoso este canto a la fe de los antepasados, que
ocupa todo el capítulo 11, interpretando toda la
"historia" de Israel, desde Abel a los profetas,
mostrando su inquebrantable fe en Dios y, al mismo
tiempo, lo inacabado de su esperanza, que sólo en
Cristo alcanza su cumplimiento.
En realidad, todo este largo parlamento está
dirigido a una conclusión, el principio del capítulo
12, pero esta será la lectura del próximo domingo.
Una vez más, la fragmentación de los textos que
perpetramos habitualmente en la eucaristía les hace
perder sentido y los deja incompletos y casi
incomprensibles.