LECTURAS   

                             
                              

                            

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LECTURAS

 

Domingo 13 del Tiempo Ordinario

  

  

Hoy es un buen domingo para darnos cuenta de que la elección de las lecturas no siempre es coherente, ni siquiera acertada. Es claro que la segunda lectura no tiene apenas relación con las otras dos (desde el domingo 9º al 16º vamos leyendo la carta a los Gálatas). Por otra parte, la primera lectura tiene un final parecido al del evangelio, aunque su semejanza es tan superficial que apenas aporta nada.

 

 

 

REYES  19, 16b y 19-21

 

En aquellos días, el Señor dijo a Elías:

 

- Unge como profeta sucesor a Eliseo, hijo de Safat, natural de Abel-Mejolá.

 

Elías se marchó y encontró a Eliseo, hijo de Safat, arando, con doce yuntas en fila, y él llevaba la última. Elías pasó a su lado y le echó encima su manto. Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió tras Elías y le pidió:

 

- Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo.

 

Elías contestó:

 

- Ve y vuelve, ¿quién te lo impide?

 

Eliseo dio la vuelta, cogió la yunta de bueyes y los mató, hizo fuego con los aperos, asó la carne y ofreció de comer a su gente. Luego se levantó, marchó tras Elías y se puso a sus órdenes.

 

 

Los dos libros que hoy llamamos de los Reyes constituían en principio uno solo. Lo escribe la Escuela Deuteronómica, en una primera edición hacia el año 600 y en una versión definitiva hacia el año 560, en pleno Exilio en Babilonia.

 

Contiene la narración de la historia del pueblo (más bien de sus reyes) desde la muerte de David hasta el destierro de Babilonia. Su intención fundamental es confirmar la tesis del Deuteronomio: si el pueblo es fiel a Dios, Dios le protegerá: si es infiel y quebranta la alianza, Dios le castigará.

 

Se intenta por tanto explicar el Destierro como acción de Dios que castiga la infidelidad del Pueblo, aunque no lo destruye.

 

En este proceso juegan un papel muy importante los Profetas, hombres de Dios que, con sus palabras y sus signos, despiertan constantemente en el pueblo la conciencia religiosa, le amonestan por sus infidelidades, le recuerdan la Alianza con El Señor.

 

El Profeta más importante de estos libros es Elías, que lucha constantemente contra la idolatría y la degeneración de las costumbres, especialmente en el reino del Norte, Israel. En el texto de hoy vemos cómo se prepara "la sucesión" de Elías, adoptando, por orden del Señor, a Eliseo como su continuador. El texto está atraído por el tema del Evangelio, si bien existen entre ambos textos diferencias muy significativas.

 

 

GÁLATAS  5, 1 y 13-18

 

Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Por tanto, manteneos firmes, y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud. Hermanos, vuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

 

Pero, atención, que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente. Yo os lo digo: andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Hay entre ellos un antagonismo tal, que no hacéis lo que quisierais. Pero, si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley.

 

Nos encontramos hoy con una de las más brillantes expresiones de Pablo, de las que muestran la novedad de la Noticia de Jesús, expresión - además - de un tema básico en la religiosidad y en el conocimiento de Dios: Dios es el libertador, Jesús viene a liberar, la vida cristiana es liberación.

 

La carta a los cristianos de Galacia parece escrita en Éfeso, hacia el año 57. Las comunidades de Galacia, en Asia Menor, estaban formadas mayoritariamente por paganos convertidos al cristianismo. Pero grupos de judíos sembraban en ellas la inquietud proclamando que los convertidos al cristianismo estaban obligados a someterse a la Ley de Moisés. Es el mismo tema que se presenta al principio de los Hechos de los Apóstoles, la gran pelea de Pablo y los judaizantes.

 

Pablo les escribe una carta defendiendo la libertad ante la Ley. Pero de este tema concreto nos elevamos a la tesis más general: la libertad cristiana ante la ley concreta, si se vive en el Espíritu, en la Ley del Amor que hace inútiles todas las leyes, porque va mucho más allá de lo prescrito.

 

LA LIBERTAD DE LOS HIJOS

 

Pablo nos ofrece dos ideas magníficas. En primer lugar, la función de La Ley, la ley de Moisés, como un "pedagogo", un tutor necesario mientras el niño es niño y no puede usar bien su libertad. Hay un párrafo precioso en el capítulo cuarto:

 

"Mientras el heredero es menor de edad, aunque sea dueño de todo, no se distingue del esclavo, sino que está sometido a tutores y administradores hasta la fecha fijada por su padre. Lo mismo nosotros, mientras éramos menores de edad, éramos esclavos.

 

Pero cuando se cumplió el plazo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para que rescatase a los súbditos de la ley, y nosotros recibiéramos la condición de Hijos.

 

Y, como sois Hijos, Dios infundió en vuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: "Abbá, Padre". De modo que no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres heredero por disposición de Dios".

(Un paralelo brillante en Romanos 8,15)

 

 

Es una magnífica exposición, en su tiempo y ahora. En su tiempo, para mostrar que La Ley, todo lo prescrito en el Antiguo Testamento, es provisional; necesario en su momento, pero dirigido a una cumbre, Jesús, que llevará a su plenitud todo lo que allí era sólo proyecto.

 

Y ahora, para nosotros, mostrando lo más íntimo de la revelación de Jesús: si Dios es Padre, yo soy hijo. De aquí nace toda la confianza y toda la exigencia que caracterizan a la condición cristiana. Pero esto es la cumbre, la Palabra plena, hacia la cual se arrastra el Antiguo Testamento, con aciertos y errores, que valoramos con claridad desde Jesús.

 

Debemos aprender a leer correctamente el Antiguo Testamento. Y lo leeremos bien desde Jesús. En el Antiguo Testamento está la historia de la fe de Israel, que es la prehistoria de nuestra fe. Están todos sus aciertos y sus errores, sus provisionalidades, sus pecados. Mirándolo desde Jesús vemos qué es acierto, qué es error, qué es provisional...

 

Por esta razón es tan ingenuo lo que hacen algunos predicadores superficiales hoy día, imponiendo mandamientos porque están en la Biblia. (Un caso típico es el de los testigos de Jehová con el mandamiento de la abstenerse de sangre).

 

Lo que en un momento pudo ser conveniente no tiene por qué ser definitivo. Lo definitivo lo vemos en Jesús. Pablo proclama por tanto la libertad ante la Antigua Ley, ante la llegada de la Nueva Ley, de Jesús. Pero esto no es todo. La Ley de Jesús es: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y todas tus fuerzas: y al prójimo como a ti mismo"

 

Por tanto, no se trata de cumplir preceptos, sea cual sea nuestra situación interior; se trata de convertirnos al amor de Dios, descubrir el amor de Dios y responder con el mismo amor, que abarca al Padre y a los hijos. Esto significa que hacemos mucho más de lo obligado, que vamos mucho más allá de los preceptos.

 

Pensamos, una vez más, en dos personas enamoradas, o en una familia en la que funciona un amor verdadero: los preceptos están de sobra. Si todo el mundo piensa más en los otros que en sí mismo, la ley se queda siempre muy corta.

 

Esta Libertad de los hijos de Dios es el centro de toda espiritualidad cristiana. En una comunidad siempre hacen falta leyes, pero el Espíritu de Jesús va mucho más adelante que las leyes, se le queda pequeño lo mandado.

 

Así, Jesús es el Salvador, el que salva de los pecados, el Libertador. En dos aspectos:

·         En que ya no servimos al pecado, aunque nos siga atrayendo, aunque algunas veces resbalemos; vivimos para las cosas del Padre, hemos descubierto el Tesoro y hemos vendido las baratijas que antes nos atraían tanto.

·         Y, además, nos sentimos libres del temor: ya no nos da miedo Dios ni nuestros pecados, porque Jesús nos ha mostrado bien que Dios es precisamente el que trabaja para liberarnos.

 

No deja de ser preocupante que el "re-descubrimiento" de Abbá, que tanto ha hecho cambiar la espiritualidad cristiana, haya sido también para algunas personas un tranquilizador de su mediocridad. La bondad de Dios, el que siempre perdona, se convierte en el mejor pretexto para excusarles de todo seguimiento de Jesús.

 

Es importante comprobar cómo, en este proceso, la bondad de Dios es un mensaje, no una vivencia: ha sido una información, no algo profundamente sentido. Y esto revela uno de los aspectos más preocupantes de algunas religiosidades: mucho conocimiento y escaso o nulo sentimiento. Pero seguir a Jesús, convertirse, "apuntarse al reino" es algo vital, emocional. No se trata de conocimientos sino de convicciones, no se trata de aceptar dogmas sino de sentirse querido.

 

 

José Enrique Galarreta, S.J

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