Hoy es un buen domingo para darnos cuenta de que la
elección de las lecturas no siempre es coherente, ni
siquiera acertada. Es claro que la segunda lectura
no tiene apenas relación con las otras dos (desde el
domingo 9º al 16º vamos leyendo la carta a los
Gálatas). Por otra parte, la primera lectura tiene
un final parecido al del evangelio, aunque su
semejanza es tan superficial que apenas aporta nada.
REYES 19, 16b y 19-21
En aquellos días, el Señor dijo a Elías:
- Unge como profeta sucesor a Eliseo, hijo de Safat,
natural de Abel-Mejolá.
Elías se marchó y encontró a Eliseo, hijo de Safat,
arando, con doce yuntas en fila, y él llevaba la
última. Elías pasó a su lado y le echó encima su
manto. Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió
tras Elías y le pidió:
- Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te
sigo.
Elías contestó:
- Ve y vuelve, ¿quién te lo impide?
Eliseo dio la vuelta, cogió la yunta de bueyes y los
mató, hizo fuego con los aperos, asó la carne y
ofreció de comer a su gente. Luego se levantó,
marchó tras Elías y se puso a sus órdenes.
Los dos libros que hoy llamamos de los Reyes
constituían en principio uno solo. Lo escribe la
Escuela Deuteronómica, en una primera edición hacia
el año 600 y en una versión definitiva hacia el año
560, en pleno Exilio en Babilonia.
Contiene la narración de la historia del pueblo (más
bien de sus reyes) desde la muerte de David hasta el
destierro de Babilonia. Su intención fundamental es
confirmar la tesis del Deuteronomio: si el pueblo es
fiel a Dios, Dios le protegerá: si es infiel y
quebranta la alianza, Dios le castigará.
Se intenta por tanto explicar el Destierro como
acción de Dios que castiga la infidelidad del
Pueblo, aunque no lo destruye.
En este proceso juegan un papel muy importante los
Profetas, hombres de Dios que, con sus palabras y
sus signos, despiertan constantemente en el pueblo
la conciencia religiosa, le amonestan por sus
infidelidades, le recuerdan la Alianza con El Señor.
El Profeta más importante de estos libros es Elías,
que lucha constantemente contra la idolatría y la
degeneración de las costumbres, especialmente en el
reino del Norte, Israel. En el texto de hoy vemos
cómo se prepara "la sucesión" de Elías, adoptando,
por orden del Señor, a Eliseo como su continuador.
El texto está atraído por el tema del Evangelio, si
bien existen entre ambos textos diferencias muy
significativas.
GÁLATAS 5, 1 y 13-18
Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Por
tanto, manteneos firmes, y no os sometáis de nuevo
al yugo de la esclavitud. Hermanos, vuestra vocación
es la libertad: no una libertad para que se
aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos
unos de otros por amor. Porque toda la ley se
concentra en esta frase: "Amarás a tu prójimo como a
ti mismo".
Pero, atención, que si os mordéis y devoráis unos a
otros, terminaréis por destruiros mutuamente. Yo os
lo digo: andad según el Espíritu y no realicéis los
deseos de la carne; pues la carne desea contra el
espíritu y el espíritu contra la carne. Hay entre
ellos un antagonismo tal, que no hacéis lo que
quisierais. Pero, si os guía el Espíritu, no estáis
bajo el dominio de la ley.
Nos encontramos hoy con una de las más brillantes
expresiones de Pablo, de las que muestran la novedad
de la Noticia de Jesús, expresión - además - de un
tema básico en la religiosidad y en el conocimiento
de Dios: Dios es el libertador, Jesús viene a
liberar, la vida cristiana es liberación.
La carta a los cristianos de Galacia parece escrita
en Éfeso, hacia el año 57. Las comunidades de
Galacia, en Asia Menor, estaban formadas
mayoritariamente por paganos convertidos al
cristianismo. Pero grupos de judíos sembraban en
ellas la inquietud proclamando que los convertidos
al cristianismo estaban obligados a someterse a la
Ley de Moisés. Es el mismo tema que se presenta al
principio de los Hechos de los Apóstoles, la gran
pelea de Pablo y los judaizantes.
Pablo les escribe una carta defendiendo la libertad
ante la Ley. Pero de este tema concreto nos elevamos
a la tesis más general: la libertad cristiana ante
la ley concreta, si se vive en el Espíritu, en la
Ley del Amor que hace inútiles todas las leyes,
porque va mucho más allá de lo prescrito.
LA LIBERTAD DE LOS HIJOS
Pablo nos ofrece dos ideas magníficas. En primer
lugar, la función de La Ley, la ley de Moisés, como
un "pedagogo", un tutor necesario mientras el niño
es niño y no puede usar bien su libertad. Hay un
párrafo precioso en el capítulo cuarto:
"Mientras el heredero es menor de edad, aunque sea
dueño de todo, no se distingue del esclavo, sino que
está sometido a tutores y administradores hasta la
fecha fijada por su padre. Lo mismo nosotros,
mientras éramos menores de edad, éramos esclavos.
Pero cuando se cumplió el plazo, envió Dios a su
Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para que
rescatase a los súbditos de la ley, y nosotros
recibiéramos la condición de Hijos.
Y, como sois Hijos, Dios infundió en vuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: "Abbá,
Padre". De modo que no eres esclavo, sino hijo; y si
eres hijo, eres heredero por disposición de Dios".
(Un paralelo brillante en Romanos 8,15)
Es una magnífica exposición, en su tiempo y ahora.
En su tiempo, para mostrar que La Ley, todo lo
prescrito en el Antiguo Testamento, es provisional;
necesario en su momento, pero dirigido a una cumbre,
Jesús, que llevará a su plenitud todo lo que allí
era sólo proyecto.
Y ahora, para nosotros, mostrando lo más íntimo de
la revelación de Jesús: si Dios es Padre, yo soy
hijo. De aquí nace toda la confianza y toda la
exigencia que caracterizan a la condición cristiana.
Pero esto es la cumbre, la Palabra plena, hacia la
cual se arrastra el Antiguo Testamento, con aciertos
y errores, que valoramos con claridad desde Jesús.
Debemos aprender a leer correctamente el Antiguo
Testamento. Y lo leeremos bien desde Jesús. En el
Antiguo Testamento está la historia de la fe de
Israel, que es la prehistoria de nuestra fe. Están
todos sus aciertos y sus errores, sus
provisionalidades, sus pecados. Mirándolo desde
Jesús vemos qué es acierto, qué es error, qué es
provisional...
Por esta razón es tan ingenuo lo que hacen algunos
predicadores superficiales hoy día, imponiendo
mandamientos porque están en la Biblia. (Un caso
típico es el de los testigos de Jehová con el
mandamiento de la abstenerse de sangre).
Lo que en un momento pudo ser conveniente no tiene
por qué ser definitivo. Lo definitivo lo vemos en
Jesús. Pablo proclama por tanto la libertad ante la
Antigua Ley, ante la llegada de la Nueva Ley, de
Jesús. Pero esto no es todo. La Ley de Jesús es:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu alma y todas tus fuerzas: y al prójimo como
a ti mismo"
Por tanto, no se trata de cumplir preceptos, sea
cual sea nuestra situación interior; se trata de
convertirnos al amor de Dios, descubrir el amor de
Dios y responder con el mismo amor, que abarca al
Padre y a los hijos. Esto significa que hacemos
mucho más de lo obligado, que vamos mucho más allá
de los preceptos.
Pensamos, una vez más, en dos personas enamoradas, o
en una familia en la que funciona un amor verdadero:
los preceptos están de sobra. Si todo el mundo
piensa más en los otros que en sí mismo, la ley se
queda siempre muy corta.
Esta Libertad de los hijos de Dios es el centro de
toda espiritualidad cristiana. En una comunidad
siempre hacen falta leyes, pero el Espíritu de Jesús
va mucho más adelante que las leyes, se le queda
pequeño lo mandado.
Así, Jesús es el Salvador, el que salva de los
pecados, el Libertador. En dos aspectos:
·
En que ya no servimos al pecado, aunque nos siga
atrayendo, aunque algunas veces resbalemos; vivimos
para las cosas del Padre, hemos descubierto el
Tesoro y hemos vendido las baratijas que antes nos
atraían tanto.
·
Y, además, nos sentimos libres del temor: ya no nos
da miedo Dios ni nuestros pecados, porque Jesús nos
ha mostrado bien que Dios es precisamente el que
trabaja para liberarnos.
No deja de ser preocupante que el
"re-descubrimiento" de Abbá, que tanto ha hecho
cambiar la espiritualidad cristiana, haya sido
también para algunas personas un tranquilizador de
su mediocridad. La bondad de Dios, el que siempre
perdona, se convierte en el mejor pretexto para
excusarles de todo seguimiento de Jesús.
Es importante comprobar cómo, en este proceso, la
bondad de Dios es un mensaje, no una vivencia: ha
sido una información, no algo profundamente sentido.
Y esto revela uno de los aspectos más preocupantes
de algunas religiosidades: mucho conocimiento y
escaso o nulo sentimiento. Pero seguir a Jesús,
convertirse, "apuntarse al reino" es algo vital,
emocional. No se trata de conocimientos sino de
convicciones, no se trata de aceptar dogmas sino de
sentirse querido.