Todos los Domingos de Pascua haremos las lecturas de
estos tres libros: Hechos - Apocalipsis - Evangelio
de Juan. Al proponernos este tipo de textos, se nos
ofrece la oportunidad de hacer una profunda
reflexión sobre nuestra fe en Jesús y en la Iglesia.
En todos estos textos, la intención de sus autores
es mucho más teológica que histórica. Esto nos queda
muy claro al leer el Apocalipsis, pero no tanto
cuando leemos los textos de Hechos y del Cuarto
Evangelio.
En efecto, el Apocalipsis se nos presenta
evidentemente como un libro muy simbólico. Los siete
candelabros son las siete comunidades joanneas de
Asia menor, Jesús es representado como una figura
celestial ataviada como un Rey, se emplea un género
evidentemente visionario... Es claro que nos movemos
en el mundo de los símbolos, que esto no son sucesos
ocurridos sino imágenes para transmitir conceptos
teológicos.
Pero en las otras lecturas - Hechos y cuarto
Evangelio - su aspecto de narración histórica nos
lleva a engaño. Tendemos a pensar que Lucas y Juan
hacen una crónica de lo que vieron los ojos, y no es
verdad. Lo que cuentan no lo vieron los ojos. Lucas
cuenta la presencia del Espíritu de Jesús en la
primera comunidad y Juan cuenta el nacimiento de la
nueva fe en Jesús en los primeros creyentes.
HECHOS
5, 12-16
Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en
medio del pueblo.
Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico
de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles,
aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún,
crecía el número de los creyentes, hombres y
mujeres, que se adherían al Señor.
La gente sacaba a los enfermos a la calle y los
ponía en catres y camillas, para que al pasar Pedro
su sombra por lo menos cayera sobre alguno.
Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén
llevando enfermos y poseídos de espíritus inmundos,
y todos se curaban.
El autor describe y narra la primera comunidad. En
esta narración se introducen de vez en cuando unos
resúmenes, como unos cuadros globales. (1,12-24.
2,44-47. 4,32-35. y 5,11-16). Son "paradas
narrativas", en las que se hace una recopilación de
lo ya expuesto pero, sobre todo, se le da sentido.
El sentido global del libro, el motivo por el que
está escrito, es mostrar que en aquellas comunidades
estaba presente y actuante el Espíritu de Jesús. Y
se suelen usar los mismos “signos" que se han usado
en los evangelios para mostrar a Jesús como portador
del Espíritu: en el caso de este texto, se usan como
signos el aprecio del pueblo por la comunidad (como
sucedía con Jesús) y los poderes de sanación,
entendidos como signo de la presencia del Espíritu
salvador. Jesús curaba a todos, y la comunidad
también, por el mismo Espíritu.
APOCALIPSIS
1, 9-11ª, 12-13 y 17-19
Yo Juan, vuestro hermano y compañero en la
tribulación, en el reino y en la esperanza en Jesús,
estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber
predicado la palabra de Dios y haber dado testimonio
de Jesús.
Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una
voz potente, como una trompeta, que decía: "Lo que
veas, escríbelo en un libro y envíaselo a las siete
iglesias de Asia". Me volví a ver quién me hablaba y
al volverme vi siete lámparas de oro y en medio de
ellas una figura humana vestida de larga túnica con
un cinturón de oro a la altura del pecho. Al verla,
caí a sus pies como muerto. Él puso la mano derecha
sobre mí y dijo:
- No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el
que vive. Estaba muerto y ya ves, vivo por los
siglos de los siglos; y tengo las llaves de la
Muerte y del Infierno. Escribe, pues, lo que veas:
lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más
tarde.
Son fragmentos entresacados de la introducción del
libro. Éste se presenta como una revelación hecha
por el propio Cristo al autor. No es de este lugar
una explicación de la intención, género y contenido
de todo el libro. Indicaremos solamente que este
fragmento ha sido elegido para lectura litúrgica de
hoy por el último párrafo, en el que se hace una
profesión de fe en Jesús como Hijo de Dios exaltado
definitivamente a la derecha de Dios.
Vemos cómo la cristología de las comunidades del
Discípulo Amado desarrolla ampliamente uno de los
aspectos de Jesús. Recordamos, para compararla y
contrastarla, la formulación que encontrábamos en
Hechos 2,22, en que se presenta el primer sermón de
Pedro, en Pentecostés:
"Jesús
de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante
vosotros con los milagros, prodigios y señales que
Dios realizó por su medio, como bien sabéis.
A éste, según el plan previsto por Dios, lo
crucificasteis por mano de gente sin ley y le
disteis muerte.
Pero
Dios, liberándolo de los rigores de la muerte, lo
resucitó, pues la muerte no podía retenerlo.
........................................................
Por tanto, que toda la Casa de Israel reconozca que
a este Jesús que habéis crucificado, Dios le ha
nombrado Señor y Mesías".
Todo el conjunto de los escritos llamados "joanneos"
(cuarto evangelio, cartas y Apocalipsis) desarrollan
la última parte del mensaje: Jesús exaltado, Jesús
Señor. Y crean la Teología de "La Palabra hecha
carne".
Este es el tema que se representa en brillantes
imágenes en el texto que hemos leído: Jesús
exaltado, Jesús Señor por los siglos de los siglos.
José
Enrique Galarreta, S.J.