La Eucaristía de hoy se centra en la plenitud del
mensaje. Ya conocemos a Dios, ya estamos en la
Tierra Prometida, ya pasó lo viejo y estamos en lo
nuevo. Es la Buena Noticia, y la invitación urgente:
"Ven a la casa de tu Padre".
JOSUÉ 5,
9-12
Y dijo Yahveh a Josué: « Hoy os he quitado de encima
el oprobio de Egipto. » Por eso se llamó aquel lugar
Guilgal, hasta el día de hoy. Los israelitas
acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua el
día catorce del mes, a la tarde, en los llanos de
Jericó. Al día siguiente de la Pascua comieron ya
de los productos del país: panes ázimos y espigas
tostadas, ese mismo día. Y el maná cesó desde el
día siguiente, en que empezaron a comer los
productos del país. Los israelitas no tuvieron en
adelante maná, y se alimentaron ya aquel año de los
productos de la tierra de Canaán.
Es un texto en que "termina" la peregrinación de
Israel, los "cuarenta" años de desierto. Están en la
patria, en la "tierra que mana leche y miel",
celebrando el Banquete de Alianza con Dios en la
Tierra prometida.
2ª CORINTIOS 5,
17-21
El que es de Cristo es una creatura nueva: lo
antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Todo esto viene de Dios que, por medio de Cristo,
nos ha reconciliado consigo y nos ha encargado el
servicio de reconciliar. Es decir, Dios mismo estaba
en Cristo reconciliando el mundo consigo, sin
pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha
confiado el mensaje de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo,
y es como si Dios mismo os exhortara por medio de
nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os
reconciliéis con Dios.
Al que no había pecado, Dios le hizo pecado (le
trató como pecador) por nosotros para que nosotros,
unidos a él, recibamos la salvación de Dios.
Así es nuestra vida. Estamos en el Reino. Pasó lo
viejo, el temor a Dios, el desconocimiento de qué es
vivir, el cumplimiento de la Ley por premios y
castigos. Dios no toma en cuenta nuestras
transgresiones, sino que pone a nuestra disposición
su Palabra, Jesús. Por Él encontramos la
reconciliación con Dios.
En esto hemos conocido el amor que Dios nos tiene:
en que a su mismo Hijo le "hizo pecado" por
nosotros. Nos fuimos tras falsos dioses, ahora
volvemos al Padre, volvemos a encontrarlo. No se
reconcilia Él con nosotros, sino que nosotros nos
volvemos a encontrar con Él.
Por tanto, somos embajadores de Cristo, somos
portadores de la Buena Noticia: que si Dios está por
nosotros, ¿quién contra nosotros? Que si Dios es el
abogado defensor ¿ quién será el juez? Por tanto,
vivamos en la Vida Nueva, como ciudadanos del cielo,
como mensajeros del Reino.
José
Enrique Galarreta, S.J.