LECTURAS
Domingo 3º del Tiempo ordinario
NEHEMÍAS
8, 2-6
En aquellos días, Esdras, el
sacerdote, trajo el Libro a la asamblea de hombres y
mujeres y de todos los que podían comprender. Era el día
primero del mes séptimo. Leyó el libro en la plaza que
hay ante la puerta del agua, desde el amanecer hasta el
mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de los que
podían comprender; y todo el pueblo estaba atento al
Libro de la Ley.
Esdras, el sacerdote, estaba de pie
sobre un estrado de madera que habían hecho para el
caso. Esdras abrió el libro a la vista de todos, pues
los dominaba a todos, y, cuando lo abrió, el pueblo
entero se puso en pie. Esdras pronunció la bendición del
Señor Dios grande, y el pueblo entero, alzando las
manos, respondió: “Amén, Amén”; se inclinó y se postró
rostro a tierra ante el Señor. Los levitas leían el
libro de la Ley de Dios con claridad y explicando el
sentido, de forma que comprendieran la lectura.
Nehemías el gobernador, Esdras el
sacerdote y letrado y los levitas que enseñaban al
pueblo decían al pueblo entero: “Hoy es un día
consagrado a nuestro Dios: no hagáis duelo ni lloréis” -
porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras
de la Ley -.
Y añadieron: “Andad, comed buenas
tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no
tiene preparado, pues es un día consagrado a nuestro
Dios. No estéis tristes, pues el gozo del Señor es
nuestra fortaleza”. El pueblo se fue, comió, bebió,
envió porciones y organizó una gran fiesta, porque había
comprendido lo que le habían explicado.
Este libro es uno de los últimos
"libros históricos" del antiguo testamento. Los sucesos
que narra se desarrollaron hacia el año 430 a.C. El
pueblo ha vuelto del destierro de Babilonia. Su
situación económica y política es miserable. La fe del
pueblo se ha resentido: no se ven por ninguna parte las
Promesas del Señor. Se cumple mal la Ley, se
confraterniza con ritos y creencias paganas. En este
contexto se produce la labor del gobernador Nehemías y
el sacerdote Esdras, que intentan resucitar el antiguo
espíritu y hacer que el pueblo vuelva a ser el pueblo de
Alianza.
El texto que hoy leemos presenta
uno de los momentos más inolvidables de este período. El
pueblo entero de Jerusalén, reunido en la plaza, escucha
atentamente la proclamación de la ley de Moisés. El
pueblo llora, acordándose de la grandeza antigua de
Israel y Judá, y viendo el lamentable estado de
infidelidad en que están. Los sacerdotes y los levitas
animan al pueblo: es un gran día; volvemos a escuchar la
ley, como regalo del Señor.
CORINTIOS
12, 12-30
Lo mismo que el cuerpo es uno y
tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo,
a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así también
es Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y
libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para
formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un mismo
Espíritu. Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno
es un miembro…
Corinto era un puerto
extraordinario, el más importante del Mediterráneo
oriental juntamente con Alejandría. Una ciudad enorme,
cosmopolita y rica. Pablo trabaja en Corinto hacia el
año 50. Poco después, hacia el año 55, Pablo está en
Éfeso, y le llegan de Corinto malas noticias: se celebra
mal la eucaristía y hay disensiones entre diversas
facciones cristianas y también rivalidades entre los
cristianos. Éste es uno de los motivos de su carta.
Tomando como base esas
circunstancias, Pablo se eleva a dar una doctrina muy
profunda, en este caso concreto sobre la iglesia y sus
carismas. Es habitual en Pablo esta imagen de la Iglesia
como un cuerpo: el miembro principal, la cabeza, es
Cristo; todos los demás somos miembros de ese cuerpo y
Dios nos ha dado cualidades, dones, "carismas", para
bien de todo el cuerpo.
Sobre este texto, me parece muy
importante caer en la cuenta de su significado preciso.
Pablo dice:
“Lo mismo que el cuerpo es uno y
tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo,
a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así también
es Cristo.”
Es decir, se trata de una
comparación, de una metáfora. Es la misma metáfora que
usa Juan cuando habla de la vid y los sarmientos.
Algunas veces, olvidando esto, se toma la expresión como
concepto teológico y así se habla de “el cuerpo místico
de Cristo”, como si fuera una realidad misteriosa. Nada
de eso: Pablo dice que la iglesia es como un organismo,
en el que todas sus partes son necesarias y se
interaccionan. En ese
organismo, Jesús puede compararse a la sangre, o al
corazón... como la savia de la vid, como la cepa...
preciosas imágenes si se entienden como imágenes, y
delirios de mala teología cuando se entienden como
realidades.
José
Enrique Galarreta, S.J.