LECTURAS
EPIFANÍA
ISAÍAS 60, 1-6
¡Levántate, brilla, Jerusalén, que
llega tu luz
la gloria del Señor amanece sobre
ti!
…
y caminarán los pueblos a tu luz,
los reyes al resplandor de tu
aurora. …
Los capítulos 56 -65 de La profecía de Isaías forman un
conjunto muy complejo. Probablemente son una colección
de oráculos y sentencias, escritas a la vuelta del
Destierro (sobre el año 500 aC.) La situación de Israel
es difícil. Han vuelto a la tierra, pero la existencia
es penosa. Han reedificado el templo, pero tan
modestamente que produce añoranza y desánimo.
En este momento, la fe de Israel se ve sometida a una
prueba muy dura, y los ojos de los creyentes se dirigen
al futuro. Se hace un acto de fe en el provenir glorioso
de Jerusalén, cuando el Señor la restaure
definitivamente, en un lenguaje poético maravilloso,
lleno de símbolos y metáforas, parecido al anuncio de la
Jerusalén Celestial que leemos en el Apocalipsis.
En
el texto de hoy predominan las ideas sobre "Jerusalén
centro de la peregrinación de todos los pueblos", a
donde vuelven sus ojos todas las naciones. Una vez más,
Israel muestra que siente cierto sentido de propiedad
sobre Dios. Cuando se dice “nuestro Dios” se puede dar
un doble significado: que nosotros somos de Dios o que
Dios es de nosotros. El mayor ejemplo de todo esto será
sin duda el templo nuestro templo, al que tendrán que
venir las naciones reconociendo a nuestro Dios.
EFESIOS 3, 2-6
Habéis oído hablar de la
distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en
favor vuestro. Ya que se me dio a conocer por revelación
el misterio que no había sido manifestado a los hombres
en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el
Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también
los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo
y partícipes de la promesa de Jesucristo, por el
Evangelio.
Ya
conocemos este tratado, de redacción postpaulina fundada
en enseñanzas de Pablo. En este pasaje concreto, Pablo
proclama su vocación específica como apóstol, lo
esencial de su ministerio: él siente que ha sido elegido
por Dios para anunciar el Evangelio a los gentiles, a
los que no son del pueblo de Israel.
Pablo dice que esto no había sido revelado antes a
Israel, sino que es Jesús el que rompe con el pasado y
anuncia la salvación a todos los pueblos. Y esto es un
vuelco tan enorme que producirá la primera “escisión
teológica” en las primeras comunidades, solucionada (a
medias) en el Concilio Apostólico de Jerusalén.
BAUTISMO DE JESÚS
ISAÍAS 42, 1-7
Esto dice el Señor:
Mirad a mi siervo, a quien
sostengo, mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu para
que traiga el derecho a las naciones,
No gritará, no clamará, no voceará
por las calles.
La caña cascada, no la quebrará, el
pábilo vacilante no lo apagará.
Promoverá fielmente el derecho, no
vacilará ni se quebrará
hasta implantar el derecho en la
tierra,
y sus leyes, que esperan las islas.
Yo, el Señor, te he llamado con
justicia, te he tomado de la mano,
te he formado y te he hecho alianza
de un pueblo, luz de las naciones.
Para que abras los ojos de los
ciegos,
saques a los cautivos de la
prisión,
y de la mazmorra a los que habitan
en tinieblas.
Estas lecturas pertenecen a los libros segundo y tercero
de la profecía de Isaías, escritos probablemente por
profetas anónimos que ejercieron su ministerio durante
el destierro de Babilonia, entre los años 553 y 539 aC.
En su obra, magnífica por su teología y su valor
poético, aparece la misteriosa figura de "El Siervo de
Yahvé". Los especialistas se dividen en múltiples
explicaciones de quién ese personaje. En la tradición de
la Iglesia se ha visto siempre a esta figura como
anuncio de Jesús, "sobre el cual está el espíritu", que
"no quebrará la caña cascada", que será "luz de las
naciones"...
Pero hay más, mucho más. Isaías está adivinando “cómo
será el Mesías”. Y está proclamando claramente que será
un anti-mesías (un anticristo) en relación con lo que
esperaba la creencia común de Israel: no un rey, no un
poderoso, no para Israel, no un vocinglero espectacular,
sino un sanador, un libertador de los pobres, preocupado
por la justicia.
El texto es magnífico y debemos releerlo y degustarlo
varias veces.
HECHOS 10, 34-38
En
aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: - Está
claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo
teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.
Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que
traería Jesucristo, el Señor de todos.
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando
Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en
Galilea: Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios
con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el
bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque
Dios estaba con él.
Pedro pronuncia estas palabras en Cesarea, en casa del
centurión romano Cornelio. Pedro se ha dado cuenta de
que Jesús no es para los judíos, sino para todo el
mundo, y lo profesa así.
Inmediatamente, hace una breve síntesis, intensa y
perfecta: presenta a Jesús como "el ungido de Dios con
la fuerza del Espíritu Santo", "que pasó haciendo el
bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque
Dios estaba con Él". El texto termina así:
"Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y
en Jerusalén. Le dieron muerte colgándolo de un madero.
Pero Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se
apareciese, no a todo el pueblo sino a nosotros, los
testigos designados de antemano por Dios, a nosotros que
comimos y bebimos con él después de su resurrección. Nos
encargó predicar al pueblo y atestiguar que Dios lo ha
nombrado juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan
este testimonio de él, que en su nombre reciben el
perdón de los pecados todos los que creen en él."
Como
vemos, es una síntesis magnífica de la fe de Pedro. Es
una pena que los textos que leemos en la eucaristía
estén tan mutilados, por querer hacerlos breves, que
pierden buena parte de su sentido.
José
Enrique Galarreta, S.J.