De la profecía de ISAÍAS 40, 1-11
Consolad, consolad a mi pueblo ‑dice vuestro Dios-.
Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto
que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por
su culpa, pues ha recibido de mano de Yahveh castigo
doble por todos sus pecados.
Una voz clama:
«En el desierto abrid camino a Yahveh, trazad en la
estepa una calzada recta a nuestro Dios. Que todo
valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado;
vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie.
Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a
una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado.»
Una voz dice: «¡Grita!» Y digo: «¿Qué he de gritar?»
‑ «Toda carne es hierba y todo su esplendor como
flor del campo. La flor se marchita, se seca la
hierba, en cuanto le dé el viento de Yahveh (pues,
cierto, hierba es el pueblo). La hierba se seca, la
flor se marchita, mas la palabra de nuestro Dios
permanece por siempre.
Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión;
clama con voz poderosa, alegre mensajero para
Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de
Judá: Ahí está vuestro Dios, ahí viene el Señor
Yahveh con poder, y su brazo lo sojuzga todo. Ved
que su salario le acompaña, y su paga le precede.
Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los
corderitos, en el seno los lleva, y trata con
cuidado a las paridas.»
Los capítulos 40 - 56 de la "profecía de Isaías" se
escriben hacia el año 550, durante el destierro en
Babilonia. El anisado regreso a La Tierra se concibe
como un nuevo Éxodo, de la esclavitud a la Patria.
Su lenguaje está lleno de símbolos, especialmente
referentes al "encuentro con el Señor que viene". Es
una de las partes del Antiguo Testamento más citadas
en el Nuevo.
Su teología, en este texto, es clara: El Señor ha
castigado a su pueblo por sus pecados, pero ahora
viene como libertador. Frente a la caducidad de toda
vida humana, la fidelidad del Señor es para siempre.
El Señor se presenta ya como Pastor y Libertador del
pueblo.
Sus imágenes y sus palabras son aplicadas
especialmente en el NT a Juan Bautista: "Preparad el
camino al Señor". Se usa como imagen la preparación
de una gran calzada regia, allanando montes y
rellenando valles, para el acceso del Gran Rey. Esta
imagen es tomada por Juan Bautista para darle el
sentido espiritual: preparad el camino, es decid,
convertíos, cambiad vuestros corazones, volveos a
Dios.
De la segunda carta de Pedro 3, 8-14
Mas una cosa no podéis ignorar, queridos: que ante
el Señor un día es como mil años y, mil años, como
un día. No se retrasa el Señor en el cumplimiento de
la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de
paciencia con vosotros, no queriendo que algunos
perezcan, sino que todos lleguen a la conversión.
El Día del Señor llegará como un ladrón; en aquel
día, los cielos, con ruido ensordecedor, se
desharán; los elementos, abrasados, se disolverán, y
la tierra y cuanto ella encierra se consumirá.
Puesto que todas estas cosas han de disolverse así,
¿cómo conviene que seáis en vuestra santa conducta y
en la piedad, esperando y acelerando la venida del
Día de Dios, en el que los cielos, en llamas, se
disolverán, y los elementos, abrasados, se
fundirán?
Pero esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos
cielos y nueva tierra, en lo que habite la justicia.
Por lo tanto, queridos, en espera de estos
acontecimientos, esforzaos por ser hallados en paz
ante él, sin mancilla y sin tacha.
Los estudiosos de estos temas fechan esta carta a
finales del siglo I o principios del II. Algunos
piensan que es el último escrito del NT.
Perteneciente sin duda al "círculo de Pedro", fue
escrita por alguno de sus discípulos, con fuertes
dependencias de escritos de Pablo y de la carta de
Judas.
El capítulo tercero afronta el tema de "el retraso
de la Parusía", es decir, de la venida de Cristo y
el Juicio Final, en cuya inminencia creían
fuertemente las primeras comunidades cristianas.
Es un tema que nos hace reflexionar seriamente sobre
el término "Palabra de Dios". Es evidente que esta
creencia se daba en las primeras comunidades
cristianas, y que aparece en los escritos del Nuevo
Testamento, incluso puesta en boca de Jesús. Que
Jesús lo dijera o que lo pusieran en sus labios los
escritores es tema en que no podemos entrar ahora.
Pero sí debemos reflexionar en el hecho de que en la
Biblia entera, AT y NT, aparecen muchas creencias y
expresiones propias de la cultura y de la
interpretación que cada época y autor ha hecho de la
Palabra.
En este sentido, y para no alargarnos en este tema
marginal, señalemos que a veces exageramos el
sentido de "Palabra de Dios". Sería mejor decir que
en la Biblia encontramos "mucha Palabra de Dios",
para no dar carácter de Palabra de Dios a tantas
expresiones, creencias, mandamientos, que no son más
que muestras de la cultura o la manera de pensar de
la época.
Sin embargo, no sería correcto detenernos en este
aspecto, secundario, omitiendo el mensaje principal:
llega el día del Señor, llega "el día", comparado
con el cual esto es la noche. Nosotros esperamos
unos cielos y una tierra nuevos, vamos camino de una
realidad sin sombras, una creación libre del pecado
y de la muerte, libre de lo transitorio. Es decir,
el mismo mensaje del Éxodo y de Isaías: vamos
caminando hacia la Patria.
Son textos para hacer un acto de fe en Dios como
final feliz, y a la vez, textos de urgencia de hacer
posible ese final feliz, que no será obra solamente
del Señor que viene, sino de nosotros que salgamos
a su encuentro.
Y conviene señalar esa pequeña frase, escondida
entre las demás: “no
queriendo que algunos perezcan, sino que todos
lleguen a la conversión”
La voluntad de Dios es que todos lleguen a la
conversión, que nadie perezca. Y ¿puede Dios
fracasar?