ISAÍAS 49, 14-15
Pero dice Sión:
«Yahveh me ha abandonado, el Señor me ha olvidado.»
¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho,
sin compadecerse del hijo de sus entrañas?
Pues aunque esas llegasen a olvidar, yo no te
olvido.
La opinión más extendida es hoy que este libro fue
escrito por un profeta anónimo (que pretende seguir
la escuela de Isaías), alrededor del año 539, fecha
en que el persa Ciro conquistará Babilonia dando fin
al imperio de los caldeos. Ciro seguirá una política
de tolerancia y permitirá a los judíos el regreso a
Jerusalén y la reconstrucción del templo.
Estos sucesos son interpretados por el profeta: la
deportación a Babilonia y la destrucción de
Jerusalén son castigos de Dios por los pecados, la
infidelidad de Israel. Pero son castigos para que
Israel se arrepienta y vuelva a Él. No dura la ira
de Yahvé contra su pueblo, porque le ama. Y aquí se
incluye el texto que leemos hoy, con su hermoso
mensaje: aunque una madre olvide a su hijo, Yo nunca
te olvidaré.
1 CORINTIOS 4, 1-5
Por tanto, que nos tengan los hombres por servidores de
Cristo y administradores de los misterios de Dios.
Ahora bien, lo que en fin de cuentas se exige de los
administradores es que sean fieles.
Aunque a mí lo que menos me importa es ser juzgado por
vosotros o por un tribunal humano. ¡Ni siquiera me
juzgo a mí mismo!
Cierto que mi conciencia nada me reprocha; mas no por eso
quedo justificado. Mi juez es el Señor.
Así que, no juzguéis nada antes de tiempo hasta que venga
el Señor. Él iluminará los secretos de las tinieblas
y pondrá de manifiesto los designios de los
corazones. Entonces recibirá cada cual del Señor la
alabanza que le corresponda.
Es un fragmento que se ha de entender en el contexto
de toda esta parte de la carta, en el que Pablo les
envía una reprimenda por muchas deficiencias que hay
en su iglesia.
De todas maneras no aparece demasiado claro por qué
se introduce el tema del juicio. Quizá porque
algunas personas, desde una sabiduría puramente
humana (como aparece en los párrafos previos y hemos
leído en los domingos anteriores) están emitiendo
juicios desfavorables contra Pablo.
Pablo se remite al juicio de Dios y aporta un
criterio universalmente válido: lo que importa no es
lo que juzguen los hombres, sino la fidelidad a
Jesús.