ISAÍAS 58, 7-10
Esto
dice el Señor:
Parte
tu pan con el hambriento,
hospeda a los pobres sin techo,
viste
al que va desnudo,
y no
te cierres a tu propia carne.
Entonces romperá tu luz como la aurora,
enseguida te brotará la carne sana,
te
abrirá camino la justicia,
detrás
de ti irá la gloria del Señor.
Entonces clamarás al Señor
y te
responderá.
Gritarás y te dirá: "aquí estoy".
Cuando
destierres de ti la opresión,
el
gesto amenazador y la maledicencia,
cuando
partas tu pan con el hambriento
y
sacies el estómago del indigente,
brillará tu luz en las tinieblas,
tu
oscuridad se volverá mediodía.
Los capítulos 56 a 66 de la profecía de Isaías se
suelen llamar "El Tercer Isaías". No es fácil
señalar su autor y tiempo, aunque por supuesto son
muy posteriores al mismo profeta. Parecen ser una
colección de oráculos heterogéneos, unidos por
cierta semejanza con el estilo y la ideología del
mismo Isaías.
El fragmento de hoy ha sido, como tantas veces,
privado de su contexto: es la segunda parte de un
texto que dice así:
Grita a voz en cuello, sin cejar,
alza la voz como una trompeta,
denuncia a mi pueblo sus delitos,
a la casa de Jacob sus pecados.
Consultan mi oráculo a diario,
muestran deseo de conocer mi camino,
como un pueblo que practicara la justicia
y no abandonase el mandato de su Dios.
Me piden sentencias justas, desean tener cerca a
Dios:
'¿Para qué ayunar, si no haces caso,
mortificarnos, si no te fijas?'
Mirad: el día del ayuno buscáis vuestro interés
y apremiáis a vuestros servidores;
mirad, ayunáis entre riñas y disputas,
dando puñetazos sin piedad.
No ayunéis como ahora,
haciendo oír en el cielo vuestras voces.
¿Es ése el ayuno que el Señor desea,
el día que el hombre se mortifica?
Mover la cabeza como un junco,
acostarse sobre estera y ceniza...
¿a eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor?
El ayuno que Yo quiero es este:
abrir las prisiones injustas,
hacer saltar los cerrojos de los cepos,
dejar libres a los oprimidos,
romper todos los cepos,
partir tu pan con el hambriento,
etc.
Se trata, por tanto, de un precioso texto en la
línea del "misericordia quiero y no sacrificios",
citado expresamente por el mismo Jesús. Este tema
constituye una de las tentaciones más fuertes del
pueblo, y podríamos decir que de toda religiosidad:
hacer de la religión un cumplimiento de preceptos y
ritos, (que garanticen que el resto de la vida pueda
ser "profano", ajeno a Dios) esperando a cambo que
Dios nos proteja en todo, para que todo nos salga
bien.
Los profetas, en textos como éste, irán superando
este tipo de cumplimiento, y Jesús llevará al
extremo esta línea, con su renuncia al Templo y su
proclamación de "dar culto a Dios en Espíritu y en
verdad", es decir, preocupándose de los demás. No
olvidemos que será ésta una de las razones que le
llevaron hasta la cruz.
PRIMERA CORINTIOS 2, 1-5
Cuando vine a vosotros a anunciaros el testimonio de
Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría,
pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa
alguna sino a Jesucristo, y éste crucificado.
Me presenté a vosotros débil y temeroso; mi palabra
y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría
humana, sino en la manifestación y el poder del
Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Sigue nuestra lectura continua. Son las mismas ideas
que el domingo pasado. La Sabiduría de Pablo es
solamente la de Jesús: la Sabiduría de la cruz.
José
Enrique Galarreta, S.J.