ISAÍAS 55, 1-3
¡Oh, todos los sedientos, id por agua, y los que no
tenéis plata, venid, comprad y comed, sin plata, y
sin pagar, vino y leche!
¿Por qué gastar plata en lo que no es pan, y vuestro
jornal en lo que no sacia? Hacedme caso y comed cosa
buena, y disfrutaréis con algo sustancioso.
Aplicad el oído y acudid a mí, oíd y vivirá vuestra
alma. Pues voy a firmar con vosotros una alianza
eterna: las amorosas y fieles promesas hechas a
David.
Dentro de la tónica de bendiciones y esperanzas
mesiánicas que caracterizan la última parte del
libro "de Isaías", aparecen numerosos motivos como
éste, en que Dios es representado en la abundancia y
la gratuidad.
Es una dimensión profética importante: Dios es
presentado como luz, como agua, como abundancia. La
presentación positiva de Dios, como elección
correcta, mejor que su contraria, la alusión velada
a "la tierra que mana leche y miel". Dios es la
heredad de Israel, la tienda segura, el agua en el
desierto, la luz en la noche...
Sus paralelos en el evangelio de Juan son numerosos
y significativos: Jesús como agua viva, Jesús como
luz, Jesús como pan vivo. Este es el motivo que ha
atraído este texto para acompañar al de la
multiplicación de los panes.
El problema de estos textos fue su interpretación
literal. Para el justo, el que sigue al Señor, no
habrá dificultades materiales: larga vida, salud,
hijos, prosperidad: "serás dichoso y te irá bien, tu
mujer como parra fecunda, tus hijos como brotes de
olivo...." tema frecuente en los salmos. Tema
trágicamente denunciado en el libro de Job y en
numerosos salmos, escandalizados de que sean los
impíos aquellos a quienes les va bien, y no el
justo.
A nivel nacional, se dio de hecho una
identificación de la Promesa con la integridad y
prosperidad política de Israel. Si Israel es fiel,
le irá bien como nación. Esta fue la interpretación
del reinado triunfal de David, y - en negativo -
será la interpretación del Destierro, como castigo a
la infidelidad.
Y este mismo tema constituirá el trauma por la
muerte inexplicable del piadoso rey Josías,
ininteligible desde estos parámetros.
Este "cambio de plano" es característico de la
enseñanza de Jesús, y una de las fuentes, si no "la
fuente", del rechazo por parte de la religiosidad
oficial de Israel. Jesús "espiritualiza" la Alianza
y la Promesa, el Templo, el Sacerdocio... que Israel
había "materializado". Es un caso típico de la
relación entre "cumplimiento" y "llevar a plenitud".
En este caso - como en casi todos - la plenitud
significa destruir lo anterior, como un recipiente
en que ya no cabe el contenido, como un huevo
incapaz de contener por más tiempo el pájaro. Quizá
fue necesario, pero ahora estorba.
ROMANOS 8, 35-39
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La
tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el
hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?.
Como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos
todo el día; tratados como ovejas destinadas al
matadero.
Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel
que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte
ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo
presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura
ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá
separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo
Jesús Señor nuestro.
Una vez más, el texto apenas se relaciona con el
tema evangélico. Sin embargo, señalemos -
puntualmente - dos aspectos: la primera comunidad
cristiana tuvo bien pronto confirmación de que las
"bendiciones" de Dios tenían el rostro concreto de
la persecución: "Por tu causa somos muertos todo el
día". "Persecución, hambre, angustia, tribulación,
espada...". La cruz, señal del cristiano.
Por otra parte, Pablo muestra muy claramente que
todo eso no es capaz de hacernos dudar del amor de
Dios, más bien lo confirma. Las bendiciones de Dios
no son otras que las que Jesús tuvo: fe y fuerza
para afrontar la cruz. La resurrección está después
de la cruz, no aquí.
La revelación última de Dios es seguir creyendo que
nos quiere a pesar de la cruz, y la vida del
cristiano se convierte en una manera de llevar la
cruz, la cruz que es componente de la vida de todo
humano, sin dejar de creer en el amor de Dios.