LECTURAS
Domingo
15 tiempo ordinario
ISAÍAS 55, 10-11
Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no
vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y
la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y
pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi
boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya
realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que
la envié.
Estos versos están tomados de la parte final del
"segundo Isaías". Es el magnífico discurso de un heraldo
que anuncia la abundancia de parte de Dios, la incesante
siembra de su Palabra, su fecundidad imparable.
Es uno de los textos más hermosos, escrito para infundir
una indestructible confianza en el poder de la Palabra
de Dios.
ROMANOS 8, 18-23
Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente
no son comparables con la gloria que se ha de manifestar
en nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación
desea vivamente la revelación de los hijos de Dios.
La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no
espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la
esperanza de ser liberada de la servidumbre de la
corrupción para participar en la gloriosa libertad de
los hijos de Dios.
Pues sabemos que la creación entera gime hasta el
presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella;
también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior
anhelando el rescate de nuestro cuerpo.
Pablo ofrece aquí una imagen original, que debería ser
más aprovechada. Imagina a la creación entera y, dentro
de ella, a los hijos de Dios como los aún no-nacidos,
como criaturas en el vientre de su madre que aún han de
ser dados a luz.
Esta imagen nos ofrece un magnífico punto de partida
para entender la vida individual y la historia entera
como un proceso de alumbramiento: somos ya, pero aún no
se ha mostrado lo que seremos, como un embrión en el
vientre de su madre, que es ya él mismo, pero no es ni
sombra de lo que puede llegar a ser.
Así, la creación, la realidad, la humanidad, cada
persona, son ya realidad, son ellos mismos, pero su
plenitud está por ser dada a luz, revelada, y
entonces... ni ojo vio, ni oído oyó, ni inteligencia
alguna puede magiar lo que Dios tiene reservado...
José
Enrique Galarreta, S.J.