LECTURAS   

                             
                              

                            

                             cristianos siglo veintiuno
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LECTURAS

 

  Festividad de la Ascensión

 

 

HECHOS  1, 1-11

 

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles que había escogido movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo, Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y apareciéndoseles durante cuarenta días les habló del reino de Dios. Una vez que estaban juntos les recomendó:

 

- No os alejéis de Jerusalén; aguardad a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua; dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.

 

Ellos lo rodearon preguntándole:

 

- Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?

 

Jesús les contestó:

 

- No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y hasta los confines del mundo.

 

Dicho esto lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista: mientras miraban fijos al cielo. Viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

 

- Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse.

 

 

Ver amplio comentario al evangelio.

 

 

 

EFESIOS 1, 17-23

 

Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.

 

Y todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

 

 

El texto de hoy pide luz para la esperanza; es un escrito que linda con las imágenes del Apocalipsis, pero lleno de ideas, tan sublimes que escapan un tanto a la explicación:

 

Cristo es presentado como manifestación de la fuerza poderosa de Dios, que le hace resucitar y subir al cielo, por encima de todo lo creado;

 

la Iglesia es la plenitud de la obra de Dios, la que completa a Cristo, cuerpo de Cristo, plenitud y consumación de todo.

 

Tenemos quizá la tentación de reducir los símbolos a realidades históricas: Cristo subiendo como un cohete y sentándose en un trono; la Iglesia con el Papa al frente reconocida y aclamada por todos los Estados del planeta...

 

Pero son símbolos de la realidad espiritual, del triunfo de Dios y el triunfo de la humanidad, por el conocimiento y la conversión.

 

 

José Enrique Galarreta, S.J.