LECTURAS
Domingo 30 del
tiempo ordinario
JEREMÍAS 31, 7-9
Pues así dice Yahveh:
Dad hurras por Jacob con alegría, y gritos por la
capital de las naciones; hacedlo oír, alabad y decid:
«¡Ha salvado Yahveh a su pueblo, al resto de Israel!»
Mirad que yo los traigo del país del norte, y los recojo
de los confines de la tierra. Entre ellos, el ciego y el
cojo, la preñada y la parida a una. Gran asamblea vuelve
acá. Con lloro vienen y con súplicas los devuelvo, los
llevo a arroyos de agua por camino llano, en que no
tropiecen. Porque yo soy para Israel un padre, y Efraím
es mi primogénito.
Jeremías nace en Jerusalén hacia el 645 a.C. poco más de
un siglo después que Isaías. Es quizá el profeta más
"trágico" de Israel. De carácter sensible, hecho para
amar, se ve llamado por Dios (año 626) para ser la voz
del continuo reproche a los pecados del pueblo y de los
reyes, y el anuncio de la destrucción, a manos de los
caldeos de Nabucodonosor, como castigo por los pecados.
Esta actividad profética le hará ser impopular,
perseguido por desmoralizar al pueblo. El año 587
Jerusalén es definitivamente tomada y destruida por
Nabucodonosor y el pueblo es deportado a Babilonia.
Jeremías se queda, y probablemente es llevado por un
grupo de prófugos a Egipto donde muere.
Esta tremenda lucha interior y esta vida de persecución
purifica sin embargo profundamente la fe de Jeremías y
le hace interiorizar y espiritualizar el mensaje.
Jeremías comprende bien que la salvación de Dios es una
dimensión interior, no política, disfruta de la amistad
de Dios, entiende el pecado como ruptura de esa amistad,
y es, en resumen, el mejor anunciador de la Nueva
Alianza, basada fundamentalmente en la relación íntima
con Dios, y en la entrega de la vida al servicio de
Dios, con abnegación y sufrimiento.
Todo esto convierte a Jeremías en una imagen viva del
"Siervo Sufriente" anunciado por Isaías, y por tanto, en
una especie de imagen anticipada de Cristo.
Sin embargo en medio de esta vida difícil, hubo un
momento de esperanza. Del año 622 al 609, el piadoso rey
Josías fomentó una reforma religiosa, una renovación de
la fidelidad a la Ley. Durante una reforma del templo se
encuentra un texto del Deuteronomio (2 Reyes, 22,8). Se
hace una lectura pública del texto, se reforma el
templo, y se pone en marcha la reforma religiosa. Esto
provoca en Jeremías una gran esperanza, expresada en los
capítulos 30 - 31 de su libro. Es un canto del triunfo
de Yahvé, de la definitiva restauración de Jerusalén...
HEBREOS 5, 1-6
Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los
hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que
se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por
los pecados; y puede sentir compasión hacia los
ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto
en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe
ofrecer por los pecados propios igual que por los del
pueblo. Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado
por Dios, lo mismo que Aarón.
De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del
Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo
mío eres tú; yo te he engendrado hoy. Como también dice
en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, a
semejanza de Melquisedec.
Se sigue desarrollando el mismo simbolismo que
explicamos el domingo 29, intentado explicar a Jesús
desde el simbolismo del Sumo Sacerdote de Israel. Jesús,
el ser humano investido por Dios de la dignidad de
Sacerdote.
Tengo que confesar que todos estos textos me parecen
peligrosísimos, y que a mi entender en ellos y
semejantes se ha fundado una horrible noción de
“redención” como pago con sangre por el perdón. En el
texto que leemos hoy hay expresiones arriesgadísimas,
por decir algo.
Por ejemplo:
puede sentir compasión hacia los ignorantes y
extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza.
Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por los
pecados propios igual que por los del pueblo.
Se está hablando de Jesús, que según el texto tiene que
ofrecer por sus propios pecados. Pero no es lo más
disonante. Más aún la afirmación de que haya que ofrecer
por los pecados. Queda destruida la bondad del Padre,
que cobra por el perdón.
Y ¿qué puede significar “la gloria del sumo sacerdote?
¿Cuándo van a desaparecer los resabios de la autoridad
sagrada espectacular y ornamental del sumo sacerdote de
Israel?
Finalmente, la figura de Melquisedec tan aprovechada por
la liturgia, es lamentablemente endeble. Melquisedec,
que no pertenece al pueblo de Israel, es, sin embargo
“sacerdote del Dios Altisimo”, y ofrece pan y vino.
Sobre esta débil base histórica se crea una semejanza
con Jesús, como si el pan y el vino tuviera semejanza
con el mal llamado “sacrifico eucarístico”.
Por cierto, la bendición que Melquisedec dirige a
Abraham afirma: “¡Bendito sea el Dios Altísimo que
entregó a tus enemigos en tus manos!”, afirmando una vez
más al Dios destructor de vidas, exterminador, tan
odiosamente presente a lo largo del AT.
Que todas estas afirmaciones tan lejanas y opuestas a
Jesús sean propuestas en las lecturas de la Eucaristía y
proclamadas como “Palabra de Dios” me parece un
disparate, que no hace más que crear confusión en la
gente.
José
Enrique Galarreta, S.J.