LECTURAS
Domingo 28 del
tiempo ordinario
SABIDURÍA 7, 7-11
Por eso pedí y se me concedió la prudencia; supliqué y
me vino el espíritu de Sabiduría.
Y la preferí a cetros y tronos y en nada tuve a la
riqueza en comparación de ella. Ni a la piedra más
preciosa la equiparé, porque todo el oro a su lado es un
puñado de arena, y barro parece la plata en su
presencia.
La amé más que la salud y la hermosura y preferí tenerla
a ella más que a la luz, porque la claridad que de ella
nace no conoce noche.
Con ella me vinieron a la vez todos los bienes, y
riquezas incalculables en sus manos.
Recordemos que en este libro, el último del AT, escrito
a finales del siglo I a. C., o quizá incluso más tarde,
se trata de la "Sabiduría de Salomón", aunque esto no
sea más que una ficción literaria. Salomón es propuesto
a Israel como modelo de Sabiduría, y en este texto se
presenta como despreciador de las riquezas, que son
barro ante el valor de la sabiduría. Los dos últimos
versos deberían entenderse simbólicamente, puesto que ha
despreciado como barro los bienes de la tierra.
La realidad fue muy distinta, porque de hecho Salomón
acaparó e hizo ostentación de riquezas, mostró su
grandeza con innumerables concubinas extranjeras, que
acabaron dando entrada en Israel a cultos de otros
dioses...
Esos dos últimos versos que hemos comentado fueron la
amarga realidad: su "sabiduría" le llevó a la riqueza y
al alejamiento de Dios. El mito del Sabio Salomón, amado
de Dios, edificador del Templo, no tiene nada que ver
con la triste realidad histórica, pero ha subsistido en
la literatura vetero-testamentaria.
HEBREOS 4, 12-13
Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más
cortante que espada alguna de dos filos.
Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu,
hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos
y pensamientos del corazón.
No hay para ella criatura invisible: todo está desnudo y
patente a los ojos de Aquel a quien hemos de dar cuenta.
Este pequeño texto forma parte de la gran exhortación de
los capítulos 3 y 4, en los que, haciendo un paralelo de
Jesús con Moisés, se exhorta a escuchar la Palabra. Es
un notable ejemplo de la concepción hebrea del hombre:
cuerpo - alma - espíritu, sin una diferenciación muy
clara entre ellos, sin identificación posible con
nuestros conceptos de cuerpo y alma. La traducción que
nos valdría sería "penetrante hasta lo más íntimo".
El texto por otra parte tiene una aplicación directa a
cualquier tema de conversión o atención a la Palabra,
puesto que no se trata de ningún cumplimiento exterior o
apariencia humana, sino de "conversión del corazón",
allá en lo más íntimo, donde llegan los ojos de Dios
aunque quizá nuestros mismos ojos no se atrevan a
llegar.
Por otra parte, el último párrafo, (todo
está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos
de dar cuenta), muestra la típica mentalidad amenazante
del AT.
Para alguien que está en el Reino, que cree en Dios como
Abbá, la expresión más correcta sería: “todo está
desnudo y patente a los ojos de Aquel que es nuestro
médico, nuestro Pastor, nuestro Padre”. Y así, en vez de
una amenaza, el hecho de que Dios nos conozca a fondo es
un alivio, un motivo de total confianza.
José
Enrique Galarreta, S.J.