LECTURAS
Domingo 18 del
tiempo ordinario
ÉXODO 16, 2‑15
Toda la comunidad de los israelitas
empezó a murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto. Los
israelitas les decían: «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos de
Yahveh en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a
las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta hartarnos! ….
Yahveh dijo a Moisés: Mira, yo haré
llover sobre vosotros pan del cielo…
Aquella misma tarde vinieron las
codornices y cubrieron el campamento; y por la mañana había
una capa de rocío en torno al campamento. Y al evaporarse la
capa de rocío apareció sobre el suelo del desierto una cosa
menuda, como granos, parecida a la escarcha de la tierra.
Cuando los israelitas la vieron, se decían unos a otros:
¿Qué es esto?, pues no sabían lo que era.
Moisés les dijo: Este es el pan que
Yahveh os da por alimento.
Dado que el
evangelio va a hacer mención del maná, el pan del cielo que
dio Moisés al pueblo, de parte de Dios, en el desierto, es
lógico que en esta primera lectura se nos recuerde aquel
antiguo episodio.
Los israelitas
tuvieron muchos problemas en el desierto, entre ellos la
falta de alimentos y de agua, problemas que Moisés
solucionaba (muy probablemente porque los madianitas,
hombres del desierto) les acompañaban.
El conocimiento de la migración
de las codornices, la localización de manantiales
subterráneos, la utilización de los escasos frutos del
desierto, son propios de las técnicas de supervivencia de
los nómadas del Sinaçi.
La lectura
religiosa que se hizo más tarde de aquellos sucesos
proporcionó una interpretación en clave de Alianza, de
protección maravillosa de Dios para con su pueblo, por medio
de Moisés su siervo.
El texto recoge
dos de aquellos sucesos, las codornices y el maná, que
maravillaron a Israel en el desierto y se interpretaron como
signo evidente de la protección de Dios. La idea es clara:
Israel vive del pan que Dios les da.
EFESIOS 4, 17‑24
Os digo, pues, esto y os conjuro en el
Señor, que no andéis ya como viven los gentiles, según la
vaciedad de sus criterios, sumergido su pensamiento en las
tinieblas y excluidos de la vida de Dios.
Vosotros en cambio no es así como
habéis aprendido a Cristo, si es que es Él a quien habéis
aprendido y en Él fuisteis adoctrinados, tal como es la
verdad en Cristo Jesús.
Cristo os ha enseñado a abandonar el
anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por
deseos de placer, a renovaros en la mente y en el espíritu.
Dejad pues que el Espíritu renueve
vuestra mentalidad, y vestíos de la nueva condición humana,
creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
Genéricamente podemos decir que se
trata de una exhortación moral. En un mundo de costumbres
moralmente poco aceptables, los seguidores de Jesús se han
de distinguir por su modo de vida.
Es éste un tema injustamente silenciado
en muchas historias de la iglesia, dedicadas más bien a las
estructuras, los dogmas, los
jefes. Los cristianos se distinguieron mucho por una
conducta moral diferente, que atrajo a la iglesia a muchas
personas de buena voluntad.
Pero en el texto hay bastante más, y
muy aplicable a nosotros hoy. “Si es que es Él a quien
habéis aprendido y en Él fuisteis adoctrinados, tal como es
la verdad en Cristo Jesús”.
¿Se está sugiriendo que Pablo desconfía
de que en Éfeso se viva realmente el espíritu de Jesús? No
podemos olvidar que Éfeso es “la capital” de las iglesias
del discípulo preferido, tan carismáticas como anárquicas.
tan llenas de problemas de falsos profetas, tal como se
muestra en las cartas de Juan. La relación de las iglesias
paulinas y joanneas en Éfeso es un tema apasionante, que
aquí sólo podemos sugerir.
“Cristo
os ha enseñado a abandonar el anterior modo de vivir, el
hombre viejo corrompido por deseos de placer”. Corrompido
por deseos de placer es una descripción brutalmente oportuna
para nuestra sociedad occidental (llámesele como se
prefiera).
La satisfacción de todo deseo, la
conversión de lo apetecido en necesario, la facilidad que
excluye el esfuerzo, la engañosa conversión de esta vida en
un paraíso, están destruyendo a las personas, muy
especialmente a los niños y los jóvenes. No hay más que
asomarse al modo de pasar los fines de semana de buena parte
de la juventud y a los problemas que angustian a los
educadores.
Y nosotros la iglesia tenemos que
ofrecer un modo alternativo de vivir, otro concepto de ser
feliz: el código de felicidad que son las Bienaventuranzas.
Y no se trata de una rareza de marginados, se trata de la
supervivencia misma de lo humano.
“Renovaros
en la mente y en el espíritu. Dejad pues que el Espíritu
renueve vuestra mentalidad, y vestíos de la nueva condición
humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad
verdaderas”. Palabra mágica, “renovar”, hacerlo todo nuevo,
diferente y mejor.
La vida que busca la pura y fácil
felicidad en la satisfacción inmediata es lo viejo, lo que
ya ha fracasado, lo que, incluso históricamente, ha mostrado
su insuficiencia, incluso su peligrosidad para dar felicidad
y hasta para la supervivencia del ser humano y aun del
planeta mismo... No somos portadores de un mensaje de
represión sino de salvación, de salvación de lo humano
fiándonos del proyecto de Dios.
“Vestíos de...”. Estupenda expresión
para entender como Pablo el sentido de la palabra
“vestirse”. Cuando se aplica a Jesús, “revestido de nuestra
condición humana” no se quiere decir que lo humano de Jesús
es como un vestido que se puede poner y quitar. Es una forma
de expresar un cambio completo, un nuevo modo de ser.
Ningún docetismo por tanto en esta
expresión, y sí una imagen muy expresiva: “tirad la ropa
vieja, aceptar la renovación, dejad que el Espíritu os
cambie de mentalidad”.
No sabemos si esto es de Pablo o de su
escuela, pero es una maravilla, si sabemos leer.
José
Enrique Galarreta, S.J.