“LEVANTÉMONOS, GENTE DEL MUNDO”
Para el próximo 15 de Octubre está convocada una
protesta no violenta a escala global (www.15october.net).
Gentes de todos los continentes llenarán las calles en
lo que ya constituye una experiencia pionera de
movilización de alcance planetario, para “pedir una
auténtica democracia” y “para poner en marcha un cambio
global”.
“Es el momento de unirnos. Es el momento de que oigan.
¡Levantaros, gente del mundo…!”, reza la convocatoria.
Sí, atendamos la invitación mundial, unámonos gentes de
todas las razas y colores, levantémonos, llenemos las
avenidas el próximo sábado, en esta cita sin
precedentes. Colmemos los asfaltos en todas las ciudades
de los 45 países de todos los continentes donde ya hay
llamamiento, pero con los corazones desarmados de rencor
y de ira, conscientes también de nuestra responsabilidad
para con una civilización malograda, advertidos de que
el cambio somos nosotros y nosotras y nuestro actuar
consecuente y nuestras opciones comprometidas.
Sí, tomemos las calles y avenidas, sabedores de que las
verdaderas transformaciones arrancan en el kilómetro “0”
de cada uno de nosotros; conocedores de nuestro inmenso
potencial liberador colectivo; percatados de que ni
siquiera deberemos tumbar estos bancos, esta democracia,
este sistema…, sino emplearnos en la creación de sus
alternativas, colmados de fe, armados de generosidad, de
precisas herramientas, de manos entusiasmadas.
Hollemos los asfaltos, pero no olvidemos la necesidad de
levantar otro mundo, precisamente donde se acaban los
asfaltos y florecen los campos y la vida; donde se
acaban las duras ciudades, la locura del individualismo,
la incomunicación asfixiante, el “sálvese quien pueda”…,
precisamente donde se acaban los coches y su avasallo,
las consignas y el griterío.
Algo del otro mundo comienza también cuando enmudecen
las gargantas y las brazos quieren estrechar el árbol y
los pies pasear el rocío y las manos por fin emplearse
en construir lo nuevo. Algo del otro mundo arranca
quizás, cuando culminada la protesta de afuera, de
vuelta a uno mismo, hay que hacer acopio de fuerza, ya
no para gritar más alto, sino para decir adiós a la
hipoteca, a la casa enjambre, al banco codicioso, al
trabajo alienante, a la vida sin ideales, a la
civilización sin norte...
Graduemos el peso de nuestras propias palabras. No nos
quedemos en casa el 15-O, pero tampoco rehuyamos las
responsabilidades cercanas que nuestros lemas implican.
La reivindicación afuera bien podría ser la culminación
de una exigente reivindicación en lo profundo de
nosotros mismos; persuadidos de que el verbo “dar” es
anterior al de “pedir”, de que hay páramos suficientes
para construir lo nuevo sin necesidad de emplearnos en
la demolición de lo caduco. La civilización actual se
tambalearía privada de nuestro apoyo, consumo, dinero…,
sobre todo privada de nuestros miedos que en definitiva
la sostienen.
Saldremos a las calles del mundo a sabiendas del peso y
la exigencia de nuestras palabras y postulados. La
esperanza puede rebrotar al culminar el desfile, al
comenzar a callar una algarada que se antoje algo
lejana, algo vacía. Puede florecer en las mentes
atrevidas, en las voluntades decididas, en los silencios
desnudos ante un porvenir interpelante, ante un destino
que pedirá más de nosotros mismos.
Tras el griterío puede venir ese silencio cargado de
mayúsculos interrogantes, silencio del alma instando a
levantar, no sólo a tumbar, silencio coherente por
ejemplo invitando a buscar un terreno bajo el sol, un
paraje donde construir los sueños, no sólo a llenarse la
boca de ellos.
Ya no pelear contra el banco sino construir el propio
banco ético, las propias redes de servicios o colaborar
con las que ya existen; ya no sólo clamar contra la
crisis y los recortes, sino ver florecer la mesa con tus
propios productos, ver despuntar tus propias lechugas,
enrojecer tus tomates, ver tumbarse por el peso las
ramas de tus manzanos. Sí, hay vida en el gran asfalto,
pero difícilmente una vida saludable, sostenible, amable
y deseable para las generaciones del mañana.
Sí, es preciso sentirse el 15-O protagonistas de un
cambio global planetario sin precedentes, pero sin
olvidar las implicaciones personales y los sacrificios
que comporta esa transformación urgente; sin olvidar el
propio compromiso que exigen las palabras paseadas por
las calles o echadas al viento. Conjuguemos el verbo
compartir a toda hora, en todo lugar. Levantémonos sí,
pero ya no contra los de arriba, sino contra nuestras
propias limitaciones a la hora de engendrar la nueva
tierra.
Otoño es invitación a reinventarnos de nuevo con más
esmerados tonos, a recrearnos a nosotros y nuestros
bosques interiores. Comienza el festival de colores en
los hayedos de Kresmendi. Octubre entrañable allende la
ventana y reflexión en la pantalla se disputan la
mirada. Perdidos ya no sé dónde los ojos embelesados,
siento que algo de esa revolución global que se postula,
consiste en que cada vez más seres podamos contemplar el
amarillear de los bosques; en que podamos empapar
nuestra mirada de una sinfonía y armonía que después
habremos de integrar y llevar al mundo.
Koldo Aldai
www.artegoxo.org