EVANGELIOS Y COMENTARIOS
Lucas 24, 46-53
LA ASCENSIÓN
46 Y añadió:
- Así estaba escrito: El Mesías padecerá, pero al tercer día resucitará de la muerte; 47 y en su nombre se predicará la enmienda y el perdón de los pecados a todas las naciones. Empezando por Jerusalén, 48 vosotros seréis testigos de todo esto. 49 Yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre; por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que de lo alto os revistan de fuerza.
50 Después los condujo fuera hasta las inmediaciones de Betania y, levantando las manos, los bendijo. 51 Mientras los bendecía, se separó de ellos y se lo llevaron al cielo.
52 Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén llenos de alegría.
53 Y estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios.
Comentarios de Pedro Olalde
Los relatos de la Ascensión no son reportajes literarios de un hecho ocurrido en un monte, sino que transmiten un mensaje de fe escenificado. Los apóstoles no son unos privilegiados espectadores de un vuelo espacial. Son relatos del género literario “teofanía”, es decir, están escritos desde la intención de manifestar la fe en Jesús Señor exaltado por Dios.
¿Qué diferencia hay entre Resurrección y Ascensión? Ninguna. Es lo mismo. El texto habla de la muerte y resurrección de Jesús, es decir, de su glorificación por Dios. Jesús se hizo plenamente solidario de la causa del hombre, hasta empeñar la vida por su causa y Dios le dio la razón.
Para cuando se escribe este evangelio hacia el año 85, los discípulos ya habían sido testigos del Resucitado y habían anunciado la Buena Noticia de Jesús, empezando por Jerusalén, donde hubo una floreciente comunidad, y llegando hasta Roma, el corazón del imperio más poderoso de aquel entonces.
Fueron sus testigos, es decir, los pregoneros de que Jesús es el ideal de persona humana plena que ha pasado por nuestra historia. Dicho en lenguaje religioso de la época, que Jesús es la salvación del ser humano.
Los cristianos hemos sido elegidos para la misión, para dar a conocer a todos lo que hemos recibido. Seremos testigos de Jesús si con nuestra vida y palabras mostramos que creemos en Jesús, el ser que mejor reflejó, en su vida y palabras, la presencia de Dios.
Con este texto el evangelista habla de su propia experiencia, porque el suceso de Pentecostés, de la venida del Espíritu, ya había sucedido, como narran los Hechos en el capítulo 2. Los discípulos de Jesús se sintieron enardecidos por la fuerza y el aliento del Espíritu, sin temor alguno para presentarse ante las autoridades judías, tan temibles entonces.
En los Hechos, el mismo Lucas nos da más detalles de la Ascensión, porque dice: “Después de decir esto, lo vieron elevarse, hasta que una nube lo ocultó de su vista” (1,9). “Luego, los discípulos regresaron a Jerusalén desde el Monte de los Olivos” (1,12). Así pues, en el evangelio se dice que Jesús ascendió a los cielos desde Betania, y en los Hechos se afirma que lo hizo desde el Monte de los Olivos. No concuerdan los datos sobre el punto de partida. No tiene esto ninguna importancia. El evangelista sólo se propone una cosa: transmitir un mensaje de fe.
El relato de la Ascensión es una manera gráfica de comunicarnos el mensaje de fe de que Jesús vive en Dios.
La festividad de la Ascensión es una invitación a elevar nuestra mirada, a considerar que nuestra vida definitiva está en Dios. Y esto nos urge a vivir anticipadamente los valores de allá arriba: el amor, la fraternidad, el perdón, la acogida al necesitado.
Hoy es el día para desear y pedir que el Espíritu de Dios entre en nuestra vida y nos haga testigos de Jesús. Y ¿cuál es la diferencia entre dos cristianos, uno movido por el Espíritu y el otro no? La que existe entre dos embarcaciones, una con motor y otra sin motor.