EVANGELIOS Y COMENTARIOS
Lucas 23, 35-43
35 El pueblo se había quedado observando. Los jefes, a su vez, comentaban con sorna:
- A otros ha salvado; que se salve él si es el Mesías de Dios, el Elegido.
36 También los soldados se burlaban de él; se acercaban y le ofrecían vinagre 37 diciendo:
- Si tú eres el rey de los judíos, sálvate.
38 Además, tenía puesto un letrero: ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS
39 Uno de los malhechores crucificados lo insultaba. ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros. 40 Pero el otro se lo reprochó:
- Y tú, sufriendo la misma pena, ¿no tienes siquiera temor de Dios? 41 Además, para nosotros es justa, nos dan nuestro merecido; éste, en cambio, no ha hecho nada malo.
42 Y añadió:
- Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey.
43 Jesús le respondió:
- Te lo aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso.
Comentarios de Pedro Olalde
Rey, apenas hay otra palabra menos apropiada para Jesús.
Un rey que toca leprosos, que prefiere la gente normal a los poderosos del pueblo.
Un rey que lava los pies de los suyos, un rey que no tiene dinero y que no puede defenderse.
Jesús crucificado es un extraño rey: su trono es la cruz, su corona es de espinas. No tiene manto, está desnudo. No tiene ejército. Hasta los suyos le han abandonado. ¡Menudo rey!
Reino. Y ya que hablamos del rey, tenemos que hablar del reino. Jesús habló del reino de Dios, del reinado de Dios.
Un reinado en que los últimos del mundo son los primeros.
Un reinado que prefiere a los publicanos y a las prostitutas, antes que a los doctos letrados y los puros fariseos.
Un reinado sin tronos, sin palacio, sin ejército, sin poder.
Un reinado de viudas pobres, que echan dos céntimos de limosna.
Un reinado de samaritanos, que cuidan a un herido.
Un reinado en que son preferidos los sencillos como niños.
Un reinado de gente pobre, que sabe sufrir, de corazón limpio, comprometida con la justicia. ¡Menudo reino!
Pero, pensará alguno que esto es provisional. Dios reinará, Cristo reinará, vendrá un día en que aparecerá en los cielos vestido de majestad, y todas las naciones, todos los hombres y mujeres del mundo y de la historia caerán de bruces ante su Majestad, y entonces veremos que es rey.
Pues no, Dios no reina así, apabullando enemigos. El reino de Dios no se parece en nada a los de la tierra, que imponen desde fuera y matan para imponerse.
Dios se siembra desde dentro y hace vivir. Reina desde el amor.
“Reinar”. En nuestro mundo reina el terror, reina la miseria, reina la explotación, reina la venganza, reina el negocio sucio, reina la violencia.
Cuando en nuestro mundo reine la confianza mutua, cuando todos vivan decentemente, cuando no haya analfabetos, cuando los negocios sean honrados, cuando nos contentemos con menos… entonces podremos empezar a hablar de que Dios reina. Desde dentro, desde la humanización de los corazones.
¿Reinará Dios alguna vez? Tenemos la tentación de pensar que no. La violencia y la rapacidad y el consumo desenfrenado parecen más fuertes que la bondad, la generosidad y la austeridad. Eso es una tentación.
Pero Jesús creía en la fuerza de la semilla, en el poder de la levadura, en la fuerza imparable del Espíritu, del Viento de Dios.
Y entretanto, tú y yo nos enfrentamos a una invitación urgente: ¿quieres comprometerte con Jesús a construir el reino?
El evangelio de hoy está cogido de la narración de la Pasión. Después de haberle crucificado a Jesús y a los dos malhechores, viene el relato de hoy. Vamos a fijarnos en los personajes que asisten al tremendo espectáculo de la crucifixión.
El pueblo estaba allí mirando. No es la muchedumbre que le sigue de ordinario, sino la gente que asiste con curiosidad burlona.
Los jefes, las autoridades religiosas se burlaban de Jesús y comentaban: “A otros ha salvado, ¡que se salve a sí mismo si es el Mesías de Dios, el Elegido! Mantienen la idea de un Mesías triunfal, al que Dios le conduce por caminos de rosas.
Los soldados también le escarnecían. Se acercaban a él para darle vinagre. Los ejecutores de la violencia del poder romano no pueden entender a un rey que no haga nada para defenderse.
El letrero también indica irrisión: “Este es el rey de los judíos”. (Este, colocado, en el texto griego, al final de la frase es totalmente despectivo).
Los ladrones. Uno le insultaba a Jesús: “¿No eres tú el Mesías? Pues sálvate a ti mismo y a nosotros”. La impotencia de Jesús para salvarlos de la muerte muestra la falsedad de su pretensión mesiánica.
El único que tiene una actitud positiva es el otro ajusticiado. Hace tres cosas:
· reprende a su compañero de patíbulo (“¿Ni siquiera temes a Dios tú, que estás en el mismo suplicio?”)
· se confiesa culpable y reconoce a Jesús inocente (“Lo nuestro es justo, pues estamos recibiendo lo que merecen nuestros actos, pero éste no ha hecho nada malo”)
· hace una oración a Jesús (“Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey”).
Jesús no sólo se acordará de él, sino que le hará participar de su reino. El paraíso, mundo futuro se inaugura con la muerte de Jesús. Lucas es muy provocativo, una vez más: el único que le reconoce como rey a Jesús es un condenado a muerte, un maldito, un marginado de la Ley. Este está más cerca del RD que las autoridades religiosas y las demás personas.
Jesús, rey atípico. Es tan especial que nosotros también corremos el peligro de no entender nada. Y ¿cómo es este rey tan original?
Jesús reina entregando su vida. Los reyes de este mundo viven a cuenta de sus súbditos. Jesús no se les parece en nada a estos reyes.
Jesús reina perdonando, amando, desde una situación de humillación e impotencia. Se nos dice dónde y cómo gana Jesús este título de rey: en la entrega de su vida hasta la muerte.
Su señorío es de amor incondicional, de compromiso con los pobres, de libertad y justicia, de solidaridad y de misericordia. Desde ahí, Jesús unifica lo visible y lo invisible y abraza todo el cosmos.
Comentarios de Patxi Loidi
El título de Cristo Rey se ha utilizado de una forma muy pagana, como una pura imitación de los reyes de este mundo. El triunfalismo religioso y político utiliza este título para defender ideas dominadoras, triunfalistas y antidemocráticas.
Frente a esto, el evangelio de hoy resulta sorprendente y hasta escandaloso, porque nos presenta ese título en una situación de humillación e impotencia extrema: en la cruz, con burlas de los jefes judíos, los soldados romanos y hasta uno de los malhechores. Un mesías crucificado era un escándalo para los judíos. Para los romanos, los crucificados eran la hez, la chusma, lo más bajo. Los soldados estarían riéndose a carcajadas con ese título sobre un crucificado.
Un rey crucificado es una contradicción. Pues bien: eso es lo que nos presenta hoy la liturgia. Sin embargo, lo que para los judíos y romanos era intolerable, es la salvación para el mundo.
Esa es la mayor paradoja de la historia humana, la gran paradoja de Dios. Porque el Crucificado es la esperanza de los pobres, los pecadores y todos los dolientes; la misericordia total de Dios para todos y para siempre; la libertad más soberana, que llega hasta la muerte, por no retroceder en su lucha con la pecado, la injusticia y la mentira.
Jesús es rey de esta forma y no de la forma triunfalista que quieren los cristianos ‘gloriosos’. Hasta en ciertas expresiones litúrgicas sale el Cristo Rey triunfalista, pero no en el evangelio de hoy. ¡Gran paradoja es poner este evangelio en la fiesta de Cristo Rey!
El segundo malhechor se dirige a Jesús como salvador. Con ello, el evangelio nos presenta a Jesús, en la misma crucifixión, antes de la resurrección, como ‘el Salvador’. Jesús le responde como dueño de la salvación, cosa sorprendente y paradójica, porque está crucificado y va a morir. Además dice ‘hoy’. No nos sorprende, porque estamos acostumbrados. Y acentúa también la gratuidad de la salvación, porque ¿qué hace el malhechor para salvarse?
Guía para la oración personal con este pasaje.
V. 35.
Los jefes, religiosos y civiles. No por ser jefes son santos. Debo respetarlos, pero no adorarlos. Mientras tanto, Jesús calla y aguanta. Así nos salva; me salva.
V. 36-38.
Era normal que los soldados se burlaran de él. No sabían quién era. Jesús calla y aguanta. Y me salva. Jesús es ‘mik Salvador humillado y doliente’.
V. 39.
El primer malhechor. No vio lo profundo de Jesús. Era fácil no ver, porque los signos de Jesús no eran triunfalistas, sino sencillos: la humildad, la paciencia, el silencio. Señor, dame ojos para ver tus signos.
V. 40-41.
El segundo malhechor vio los signos de Jesús, y los vio por pura gracia de Dios. Los dos veían lo mismo. Pero éste vio lo profundo. Señor, quisiera ver lo profundo tuyo, tu interior; quisiera amarte.
V. 41-42.
Hay varias cosas para meditar en estos versículos. La oración del malhechor. La respuesta de Jesús. la palabra hoy. La misericordia que llega hasta el extremo. ¡Inmensa misericordia de Díos que nos muestra Jesús!
Mirada de conjunto. Contemplación amorosa de este rey tan extraño. Contemplación admirativa y sorprendida. Compasiva. Confiada. Triste, pero alegre. Agradecida. Comprometida: quiero luchar por el Reino de Cristo.