EVANGELIOS Y COMENTARIOS
Lucas 6, 27-38
27 Ahora bien, a vosotros los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, 28 bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os maltratan.
29 Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica; 30 a todo el que te pide, dale, y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
31 O sea, tratad a los demás como queréis que ellos os traten.
32 Pues si queréis a los que os quieren, ¡vaya generosidad! También los descreídos quieren a quien los quiere.
33 Y si hacéis el bien a los que os hacen el bien ¡vaya generosidad! También los descreídos lo hacen.
34 Y si prestáis sólo cuando pensáis recibir, ¡vaya generosidad! También los descreídos se prestan unos a otros con intención de recobrar lo prestado.
35 ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; así tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los desagradecidos y malvados. 36 Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.
37 No juzguéis y no os juzgarán, no condenéis y no os condenarán, perdonad y os perdonarán, 38 dad y os darán: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante; pues la medida que uséis la usarán con vosotros
Comentarios de Pedro Olalde
En la antigüedad griega, Lisias señaló: “Considero como norma establecida que uno tiene que procurar hacer daño a sus enemigos y ponerse al servicio de sus amigos” (Pro milite, 20). Pero, incluso en la cultura griega fue emergiendo, poco a poco, una concepción diferente. Por ejemplo, Pericles insiste en que “hay que vencer a los enemigos por medio de la magnanimidad y la tolerancia” (Tucídides, 4, 19,1-4)
En esta misma línea, se pronunciaban las corrientes estoicas y pitagóricas: “Hay que comportarse de tal manera… que no se convierta a los amigos en enemigos, sino hacer de los enemigos verdaderos amigos” (Diógenes Laercio 8,1, 23).
En muchos pasajes del Antiguo Testamento se condena la venganza dentro de Israel. Así, leemos en Levítico 19,18: “No tomarás venganza ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Sin embargo, en otros pasajes, el odio al enemigo parece algo normal. Así, en el salmo 35,8: “Que la desgracia caiga sobre ellos de repente y se hundan en la fosa que cavaron”.
La Regla de los esenios de Qumrán prescribía bendecir a los propios miembros de la comunidad, “los hijos de la luz”, y maldecir a los que no formaban parte del grupo o lo habían abandonado, “los hijos de las tinieblas”.
Las palabras de Jesús inculcan una actitud diametralmente opuesta e insisten específicamente en el amor a los enemigos. “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo” (36)
Mientras el Judaísmo del primer siglo centraba la “Imitación de Dios” en la santidad, Jesús daba la máxima importancia a la compasión de Dios. Los que quieran ser fieles a Dios han de ser compasivos, tener como él entrañas de misericordia.
El Padre del hijo pródigo “tenía compasión”. El Samaritano era alguien que “mostró compasión”. El siervo que no perdonó carecía de compasión (Mt 18, 23-35). En sus curaciones, Jesús era movido por la compasión, no por la santidad de guardar el sábado (Mc 3,1-6).
Jesús expresa con claridad que el amor debe ser universal, es decir, que tenemos que amar a todos: a los buenos y a los malos.
Jesús tiene enemigos, pero no los odia, porque él no es enemigo de nadie: es el médico que cura a los enfermos, aunque éstos le odien. Jesús ora por los que le hacen mal; ama a los que no le aman.
Comentarios de Patxi Loidi
El pasaje de hoy es la segunda parte del Sermón del Llano y Jesús se dirige a todos los que le escuchan, que se supone son también discípulos suyos. Nos expone valores contrarios a nuestros sentimientos espontáneos, como amar a los enemigos, hacerles el bien, prestar a quienes no nos pueden devolver ni agradecer, etc. Y habla con sentencias paradójicas, de las que hemos de tomar el espíritu.
Jesús está en el polo opuesto de la ley del talión (ojo por ojo y diente por diente). Además nos invita a tener compasión de nuestros hermanos, la misma que tiene el Padre con todos nosotros. Algo muy profundo se encierra en este pasaje para nosotros y para la sociedad. Algo que Jesús vivió personalmente con toda intensidad.
Jesús nos pide a sus discípulos que salgamos del círculo de nuestros amigos. Jesús nos invita a la compasión.
Como conclusión, Jesús nos da la regla de oro: “tratad a los demás como queréis que ellos os traten”.
Cuando hacemos el bien, siempre esperamos algún reconocimiento. Jesús no dice eso.
No juzguemos. Jesús no nos prohíbe ver; tampoco, tener criterios. Lo que nos prohíbe es juzgar la conciencia de otros. Sólo Dios puede sabe si ha pecado o no. No juzgar, no condenar, perdonar.