EVANGELIOS Y COMENTARIOS
Lucas 3, 10 - 18
10 Las multitudes le preguntaban:
- ¿Qué tenemos que hacer?
11 Él les contestó:
- El que tenga dos túnicas, que las comparta con el que no tiene, y el que tenga que comer, que haga lo mismo.
12 Llegaron también recaudadores a bautizarse y le preguntaron:
- Maestro, ¿qué tenemos que hacer?
13 Él les dijo:
- No exijáis más de lo que tenéis establecido.
14 Incluso soldados le preguntaban:
- Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?
Les dijo:
- No extorsionéis dinero a nadie con amenazas; conformaos con vuestra paga.
15 Mientras el pueblo aguardaba y todos se preguntaban para sus adentros si acaso Juan era el Mesías, 16 declaró Juan dirigiéndose a todos:
- Yo os bautizo con agua, pero llega el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para desatarle la correa de las sandalias. Él os va a bautizar con Espíritu Santo y fuego. 17 Trae el bieldo en la mano para aventar su parva y reunir el trigo en su granero; la paja, en cambio, la quemará en un fuego inextinguible.
18 Así, con largas y diversas exhortaciones, anunciaba al pueblo la buena noticia.
Comentarios de Pedro Olalde
La palabra de Dios nos viene este domingo de boca de San Juan Bautista. Su predicación está centrada en los pobres.
Juan no les invita a las prácticas religiosas ni a rezos ni a cumplimientos, sino a los deberes sociales, porque los deberes sociales son también deberes religiosos.
También él, como los grandes profetas del pueblo de Dios, reclama una religiosidad verdadera, una religiosidad encarnada en la justicia.
En su boca, la conversión tiene un nombre: solidaridad con los pobres, compartir con ellos lo que tenemos y somos.
¿”Qué hemos de hacer nosotros”? La tentación nuestra de cada día es desviar las interpelaciones de Dios hacia otros: “Si el gobierno se empeñara”… Eso será lo que tienen que hacer ellos, pero es preciso preguntarse como los oyentes del Bautista: “¿Qué tengo que hacer yo?
Le preguntaba un periodista a la madre Teresa de Calcuta: “¿Cómo y cuándo se remediará la tragedia del hambre en el mundo”? Ella le respondió: “Cuando usted y yo gastemos menos y compartamos más”.
Todos conocemos más miseria e injusticia de la que podemos remediar. La cuestión es hacer el mayor bien posible con las fuerzas de que disponemos, dando pasos concretos de solidaridad: “El que tenga dos túnicas que dé una al que no tiene”. Así de simple. Así de claro. “Creer es compartir”, repite insistentemente el Obispo y misionero Casaldáliga.
18 Así, con largas y diversas exhortaciones, anunciaba al pueblo la buena noticia.
La Buena Noticia no es que hay acciones correctas o incorrectas. Eso es viejo. La Buena Noticia no son los diez Mandamientos; eso también es viejo. La Buena Noticia no es que al final hay un juicio y que cada uno es responsable de sus obras. Eso pertenece al mundo de lo jurídico, aplicado a lo religioso.
La Buena Noticia del reino es otra manera de entender al ser humano y a Dios, propia y exclusiva de Jesús. Ante ella, lo de Juan está a la altura de las correas de las sandalias; es agua, comparada con el fuego del espíritu.
La Buena Noticia es liberadora: nos libera, ante todo, del temor de Dios. Dios no pesa como una amenaza. Podemos contar con Él. Es el que saca de la esclavitud, es el padre del hijo perdido, es el pastor…
Nos libera del temor al pecado. Dios no es el que castiga al pecador, sino el que quita el pecado. No es el juez, es el médico. Son mis pecados los que me amenazan, no Dios. Mis pecados me echan a perder. Dios me salva de eso.
Nos libera de la trivialidad de la vida. Nos libera de “tirar la vida”, de dejarnos fascinar por las pequeñas satisfacciones, de que la vida no sirva para nada. Hay un destino, hay un sentido, hay una tarea que hacer, que no está en sufrir y resignarse mirando a la vida eterna, sino en trabajar para construir el Reino, la humanidad soñada por Dios aquí y para siempre.
Comentarios de Patxi Loidi
Continuamos con la misión del Bautista, comenzada la semana pasada. Lucas coincide con los demás evangelistas en iniciar la misión de Jesús con la predicación de Juan Bautista, como precursor.
Además Lucas ofrece elementos propios, que nos muestran el tipo de mensaje de Juan. Es muy llamativo que toda su predicación esté centrada en los pobres sin referencias específicamente religiosas, de forma que el signo principal de la conversión no está en las normas ni en los ritos, sino la solidaridad con los pobres: compartir con ellos lo que tenemos (V.11).
Hay una crítica fuerte, pero certera, contra aquellos que se creían salvos por pertenecer al judaísmo, que a la vez es una crítica contra el ritualismo religioso. Como no basta con estar bautizado y estar en una comunidad para ser verdadero cristiano.
Por otra parte, el Bautista se sitúa en el paradigma del juicio y el castigo de Dios. Jesús seguirá y acentuará el compromiso con los pobres, pero romperá con el paradigma del castigo y optará abiertamente por la misericordia de Dios, el perdón y la paz.
Los tres grupos que acuden a Juan: la gente en general, o sea, el pueblo llano, los cobradores de impuestos y los soldados, que eran romanos, y por lo tanto paganos. A los tres grupos les habla en la misma línea: compartir con el prójimo necesitado y ser justos con todos.